En los últimos días, los ataques por parte de Israel hacia Palestina se han incrementado, tanto en cantidad como en daños. Sin embargo, dicho conflicto se remonta a la década de 1930, cuando comenzaría la ocupación sionista con la ayuda de Hitler.
Antecedentes
Hay que remontarse al siglo XIX, cuando las “Chowewe Zion” (simpatizantes de Sion), reivindicaron, en 1882, la colonización de Palestina por los judíos. Después del estallido del Caso Deyfrus en Francia —una sentencia jurídica de corte antisemita contra el capitán Alfred Deyfrus—, Theodor Herzl redactó el libro ‘El Estado judío’ y fundó el movimiento sionista. El Congreso mundial sionista de Basilea de 1897 sentó, de forma definitiva, las bases del movimiento, con el proyecto de crear una sede para los judíos en Palestina.
La creación de dicha sede fue aprobada por Lord Balfour en 1917. Idea que ya figuraba en el Acuerdo Sykes-Pikot para el reparto del imperio otomano entre Francia y Gran Bretaña después de la guerra, con la designación de un territorio específico para los pueblos judíos de Europa. Con su creación, muchos judíos emigraron a Palestina, lo que llevó a que se limitase la emigración, tal y como recoge el ‘Libro Blanco’ redactado bajo el mandato británico, en 1939.
Acuerdo Haavara
El 25 de agosto de 1933 la Federación Sionista de Alemania, las autoridades de la Alemania nazi y el Banco Leumi —actualmente, la entidad financiera sionista más importante— firmaron el llamado Acuerdo Haavara (Acuerdo de Traslado, traducido del hebreo).
El trato era sencillo: los sionistas ayudaban a Hitler a expulsar a los judíos de Alemania, a cambio de “construir” un estado propio en Palestina.
Firmado tras tres meses de negociaciones, dio a la organización sionista el reconocimiento legítimo como representante de la comunidad judía. A cambio, los sionistas rompieron el boicot contra el Reich que la mayoría de las organizaciones judías del mundo habían hecho. Así mismo, tuvieron un papel crucial en los Judenratt, los comités de control en los guetos, teniendo poder para decidir quién era deportado.
Por su parte, la Alemania nazi dio permiso para la organización de alrededor de cuarenta campos de entrenamiento para los jóvenes que iban a emigrar a Palestina. También, el gobierno del Reich se ocupó de organizar la emigración de unos 60.000 judíos. En 1933, la Compañía Naviera Hamburgo —la línea marítima más importante de la Alemania nazi—, implementó un servicio directo desde la ciudad alemana a Palestina.

Medalla conmemorativa de la visita de Mildenstein a Palestina. Inscripciones: “Un nazi viaja a Palestina” y “Y se publica en ‘Der Angriff’ (periódico de Goebbels)”
Éste, sin embargo, no sería el único pacto que los sionistas habrían propuesto a los nazis. En 1941, el sionista Yitzhak Shamir propuso a Hitler la formación y entrenamiento en Europa de la organización paramilitar Irgun, famosa por los eventos terroristas de 1945 contra el mandato británico. Dicha organización fue el núcleo inicial del posterior Ejército Israelí, IDF.
El acuerdo, que llegó a su fin con la invasión de Polonia, se consideró una solución al “problema judío”. El político Werner Otto von Hentig apoyó la medida de reubicar a los judíos en Palestina, con el pretexto de que, si la población estaba concentrada en un lugar extranjero, las políticas de diplomacia internacional serían más sencillas.
Queda patente y documentado que el sionismo se hermanó en más de una ocasión con el nazismo. Es una obligación de la Historia señalar a los responsables de un genocidio que hoy se da ante nuestros ojos. Los sionistas, que hoy usan la carta del Holocausto como escudo, tienen las manos manchadas con la sangre del pueblo palestino.
