Netflix y Amazon encabezan el boicot contra la Agencia de Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA), encargada de votar los ganadores de los Globos de Oro. Dicha agencia, que contaría con 86 periodistas, se habría comprometido a, en un plazo de 18 meses, aumentar su plantilla incorporando la representación de minorías.
Un día después del anuncio, la asociación Time’s Up acusó a la agencia de hacer simples cambios superficiales. La coalición de más de cien publicistas habría dado la espalda a la agencia, negándose a trabajar con ella y cortando el contacto con los artistas.
La polémica en torno a la falta de diversidad, sin embargo, no es nueva. El verano pasado, la periodista noruega Kjersti Flaa habría hecho una acusación semejante, que se sumó a la investigación de ‘Los Ángeles’ Times sobre la ausencia de diversidad, inclusión y las múltiples acusaciones de corrupción.
Warner se sumó a Netflix y Amazon, y actores como Scarlett Johansson o Tom Cruise aplaudieron esta acción. El actor, también, devolvió sus estatuillas.
La cadena NBC, por su parte, canceló la emisión de los Globos de Oro 2022, con la esperanza de hacerlo en 2023.
Otras polémicas
Ésta, sin embargo, no habría sido la única polémica protagonizada por la agencia. Desde hace años, lleva a su espalda un rastro de acusaciones de machismo, acoso, homofobia y corrupción que habría llevado a poner en entredicho sus valoraciones y galardones. Tal fue el caso de 1982, cuando se concedió el Globo a la “nueva estrella del año en una película” a Pia Zadora, casualmente después de que su marido, el productor Meshulam Riklis, hubiera invitado a los miembros de la agencia a un casino en Las Vegas. La cadena CBS, que por entonces emitía los premios, canceló el acuerdo.
Caso semejante fue el de 1999, cuando los miembros de la HFPA tuvieron que devolver 82 relojes Coach —valorados en más de 400 dólares cada uno— regalados por USA Films con el fin de conseguir que Sharon Stone obtuviese un Globo por su papel en ‘La musa’.
Una cortina de humo
Tarde o temprano, la polémica en torno a las políticas y cuotas de diversidad iba a llegar a los Globos de Oro, como ya lo hizo a los Óscar. Sin embargo, lo llamativo del asunto recae en el hecho de que, después de más de veinte años de polémicas y acusaciones —tan graves como la propia corrupción en la entrega de los galardones—, estos hayan seguido su curso sin mayor problema.
Todas las acusaciones cayeron en saco roto hasta que la palabra diversidad subió al estrado.
Pareciera que la reclamación de diversidad y su instauración en la industria cinematográfica no fuera un movimiento contrahegemónico, como se quiere pretender. Más bien, se trataría de una cortina de humo tras la que mantener toda una estructura de intereses económicos antepuestos a cualquier cuestión verdaderamente cultural.
