El pasado miércoles 9 de Junio, el tenor Plácido Domingo fue recibido con aplausos, vítores y ovaciones por su actuación en el Auditorio Nacional como parte de su reaparición a los escenarios españoles tras dos años alejado de ellos. Esta actuación y la consiguiente ovación, se di, después de saberse que el tenor está acusado de acoso sexual por una veintena de mujeres.
Plácido Domingo fue acusado por acoso sexual a compañeras de profesión en un reportaje publicado en Estados Unidos en agosto de 2019. En su momento, el tenor aceptó la “responsabilidad” y pidió disculpas, aunque más tarde afirmó que aquellas disculpas no significaban una asunción de los hechos. Un día después de la noticia, Plácido Domingo decidió retirarse de las representaciones de ‘La Traviata’ programadas en el Teatro Real de Madrid y, finalmente, en 2020 canceló todas sus actuaciones previstas, como las que deberían haber tenido lugar en el Teatro de la Zarzuela.
Entre las mujeres que acusaron al tenor se encuentra la soprano Angela Turner Wilson. Ella trabajó con el artista y explicó cómo entró en su camerino antes de una actuación y le realizó varios tocamientos por debajo del sostén, apretando con intensidad. El resto de mujeres han optado por preservar su anonimato, aunque todas han remarcado que Domingo les hizo “tocamientos no deseados” y solicitaba de forma persistente “reuniones privadas”, así como “llamadas telefónicas e intentos repentinos de besarles en los labios”. A esto hay que sumar que otros profesionales que han trabajado con él reconocieron este tipo de comportamientos y han declarado que intentaban proteger a jóvenes artistas de las actitudes del tenor en lo que era un secreto a voces.
Además del concierto, el pasado jueves en el Teatro Real de Madrid, la Asociación para la Difución y Promoción del Patrimonio Mundial de España (ADIPROPE) le concedió el título de Embajador Honorario del Patrimonio Mundial de España por su conocimiento y labor para que este acervo se conozca en todo el mundo.
¿Hay que separar obra y artista?
Políticos como Irene Montero o Mónica García han visto una oportunidad para atacar una vez más a Isabel Díaz Ayuso, ya que ha sido la responsable de otorgarle el premio, pero tal vez en su misma situación se lo habrían dado de todas formas. Sea como fuere, este caso ha sacado a la palestra grandes debates como la división entre artista y obra.
Valorar el arte de Plácido Domingo no significa, en ningún momento, negar lo sucedido. El comportamiento del tenor debe ser encausado, pero quedan de más todas las vejaciones hacia él como artista y hacia el público que aplaude su arte. Claro que, de nuevo, se habla de esa separación artista-obra, una que resulta cómoda pues permite valorar el arte sin prestar atención a la persona detrás. A fin de cuentas, la obra no nace por combustión espontánea, sino que hay un artífice detrás.
¿Hay que meter en un cajón su trayectoria artística y condenar su legado al olvido? No. Si hubiera que hacer eso con cada artista que tiene una actitud reprochable, las galerías, las tiendas de música y las librerías estarían vacías. La condena impulsiva denota el fuerte carácter punitivista del feminismo, que declarándose adalid de la deconstrucción, no plantea más que la destrucción.
Pretender borrarle del panorama cultural es atentar, de forma directa, contra el patrimonio cultural de nuestro país y su desarrollo.