Se cumplen 68 años desde que un 26 de julio de 1953 Fidel Castro y varios guerrilleros más asaltaron el Cuartel Moncada de Santiago de Cuba. Comenzó así a la revolución cubana, inspirando a miles de compatriotas a tomar las armas y luchar por liberar la pequeña isla caribeña de la dictadura sanguinaria de Batista y la tutela americana.
Fidel cumpliría condena por dicho asalto hasta su amnistía, volviéndose célebre en la isla y referente de muchos cubanos. El 12 de julio de 1955 —con la guerra de guerrillas ya empezada— se funda en la Sierra Maestra el Movimiento 26 de Julio (M-26-7) de ideología nacionalista, democrática-burguesa y profundamente anticomunista en sus inicios, dotando a la guerrilla de una estructura política con la que reemplazar los vacíos de poder que la lucha iba creando.
Fidel, miembro del Partido Ortodoxo (nacionalista), no ve apoyos suficientes en partidos y países de su misma ideología. Ante la necesidad de mantener la revolución antiimperialista y el nuevo poder que estaban creando, comienza a acercarse a los sectores, partidos y organizaciones de izquierda revolucionaria. Oportunamente aparece en escena entonces el famoso guerrillero Ernesto “Ché” Guevara en 1956, en un desastroso intento de acción guerrilla. Estos dos personajes irían congeniando, Fidel iría renunciando, de boquilla, a sus posturas anticomunistas —que siempre tuvo—, y el M-26-7 iría acercándose cada vez más a sectores socialistas, comunistas y demás.
Aquí entra en juego el papel determinante de una Unión Soviética, que ya poco tenía de lo que en su día, varias décadas antes, fue.
Con el apoyo de la URSS revisionista de Jrushev, Fidel se hizo dueño y líder indiscutible de la revolución cubana. Sin embargo, el apoyo no vino gratis, con actitud internacionalista. Para que la URSS garantizase su ayuda, Cuba debía someterse al mandato de Moscú, de una forma más o menos velada. Y esto fue el gran error y la primera gran derrota de la revolución cubana.
Fidel se deshizo de todo aquello y de todos aquellos que pudieran tacharle de anticomunista, “se convirtió” a la causa de la revolución proletaria de la noche a la mañana y disolvería, bajo una falsa unificación, todas las organizaciones que formaron parte de la revolución, incluido el M-26-7, para fundar el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba y posteriormente, en 1965 (una vez en el poder tras la revolución), el actual gobernante, Partido Comunista de Cuba, que de comunista solo tiene el nombre.
Así fueron los primeros años de la revolución cubana y de la República “socialista” de Cuba. El resto es historia.
Es anecdótico señalar que el Partido Comunista no se funda hasta terminada la revolución y correctamente asentado el nuevo poder en la isla. Algo que para los Marxistas-leninistas sería impensable, por aquello de la vanguardia del proletariado, toma del poder político de la clase obrera e instauración de la dictadura del proletariado, que no del partido. Y a la luz de los acontecimientos queda claro que el partido jamás fue, es, ni será comunista. Cuba pasaría de ser colonia americana para serlo soviética.
Es el precio que tuvo que pagar Fidel para que su revolución triunfase con apoyo soviético, y vendiera así todo lo progresista que pudo llegar a conquistar una revolución de carácter democrático y antiimperialista.
Bajo un barniz de hoces y martillos, banderas rojas y “patria o muerte” encubrieron la mayor puñalada a la revolución cubana en su historia, no de manos de agentes imperialistas americanos, sino por parte de su propio líder: Fidel, el traidor de la revolución.
Nefasto desarrollo del país, dependencia económica soviética, nula industrialización, limitado, pobre y a veces negado, acceso de las masas obreras al poder y un largo etcétera hacen de Cuba una suerte de sistema burocrático, ajeno al proletariado y a la transformación de la sociedad donde la propiedad sigue siendo privada, en manos de una camarilla burocrática alejada de las masas, donde económicamente domina la pequeña burguesía nacionalista, cuando no la economía sumergida y el contrabando. Si eso es socialismo, que baje Lenin y lo vea.
No debemos olvidar el propio bloque americano y las sanciones a la ya de por sí deteriorada isla caribeña, por supuesto. Negar que esa responsabilidad también es del gobierno cubano es maniqueísmo y ceguera política propia de alguien que se doblegaría al monstruo capitalista chino o ruso con tal de fastidiar a los “Yankees”. Como si no fueran el mismo engendro explotador.
Se viven momentos tensos en la isla, la izquierda progre se cierra en banda con el gobierno cubano, dejando al pueblo trabajador solo, a merced de los “gUSAnos” que se frotan las manos con la posible e inminente “contrarrevolución”. Mientras, el gobierno aprueba una reforma constitucional para restablecer “de iure”, porque siempre lo fue de facto, la propiedad privada sobre los medios de producción.
En Cuba no se está dando ninguna restauración capitalista, pues no se puede restaurar lo que siempre estuvo vigente.
Al heroico pueblo cubano, infatigable, ejemplar y resolutivo, solo le queda la opción de derrocar a ambos reaccionarios, yankees y castristas, encender la mecha del tercer fuego revolucionario que barra con todos ellos y que conquiste una verdadera y próspera Cuba libre.
-J de Acero