Eurovisión tiene sus orígenes en la década de los 50 como un festival creado para dar a conocer la música europea, con la idea de alejarse de la política. Sin embargo, año tras año esa fachada de canciones anodinas ha dejado entrever la importancia de la política y la ideología. Como decíamos hace un año en este mismo medio:
Una ensalada de buenismo, corrección política y rostros amables para potencias que, una vez al año, tienen la oportunidad de blanquear sus desvergüenzas.
Esto se hizo mucho más elocuente con la victoria en 2014 de Conchita Wurst, con la canción “Rise like a Phoenix”. Una persona que rompió los roles de género en el escenario, siendo una imagen estupenda para la fachada ideológica del concurso. En 2016 ganó Ucrania, año en que sufrió las acciones bélicas de Rusia. Su canción fue permitida, pese a que hacía una crítica a Stalin y la Union Soviética y las normas del certamen prohíben el contenido político en las canciones. Al año siguiente Rusia quedó fuera del concurso por ser celebrado en el país ganador. Irónico que dos años después en Lisboa, ganó Israel con la compositora Netta, una canción que narraba la fuerza femenina, pero que poco después se conocería que la cantante había sido partícipe de las Fuerzas de Defensa de Israel.
Con estos antecedentes, llegamos a la final del sábado 14 de mayo de 2022. Sorprendentemente, países que hasta hace más de 10 años nunca se habían encontrado en el Top 5 aparecen por primera vez como posibles ganadores. Es el caso de Reino Unido y España. Este año volvió a participar Ucrania, país en plena confrontación bélica con Rusia y que está recibiendo apoyos sociales y políticos.
La macedonia de estilos de la propuesta de Kalush Orchestra no impide que pase desapercibida. Y de ello dan cuenta las valoraciones del jurado, que hacen que el país baje en posiciones, aun sin abandonar el Top 10. Con Reino Unido rozando la victoria con los dedos, la sorpresa llega cuando el televoto concede a Ucrania 439 puntos. Da igual lo que suceda a partir de ese momento, Ucrania ya ha ganado el festival con 631 votos. ¿Ha votado la ciudadanía europea a la canción o al país? Así se observa la geopolítica y el papel fundamental de ésta, siendo Eurovisión una herramienta ideológica más.
Lo curioso es ver, a través de las redes sociales y antes de la propia celebración del festival, a multitud de personas convencidas de que Ucrania iba a ganar, precisamente por su situación con Rusia. El público que consume Eurovisión confirma tácitamente lo inmerso que está el festival en la política, pese a que sus bases determinen lo contrario. Es un concurso donde las corrientes políticas tienen voz para ser expuestas, vendiendo así una imagen muy diferente a la realidad vivida.
Como se ha mencionado antes, una situación bélica es una ocasión ideal para colgarse la medalla de la solidaridad. En el caso ucraniano, Europa dándole la victoria se declara en profunda solidaridad. Habría que preguntarse, entonces, qué significó la victoria de Israel en 2018 después de años asesinando a la población palestina.
