Dado que hoy, 18 de mayo, es el Día Internacional de los Museos, hemos querido hacer un recorrido por el panorama museístico de nuestro país.
En España hay cerca de 1.500 museos y colecciones museográficas; la gran mayoría responden a competencias compartidas entre el Estado y las Comunidades Autónomas. Muchas veces, los museos se utilizan más como instituciones de las que sacar rédito político y/o económico que como centros en los que la ciudadania pueda aprender y entender el panorama cultural.
En los ochenta, hubo en España una “explosión museística”. Al inicio de la década había escasos centros de arte contemporáneo en España (el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, las Fundaciones March y Miró o el semiclandestino Museo de Arte en la Ciudad Universitaria de Madrid), todos con colecciones de gran valor y proyectos museísticos sólidos. Desde mediados de la década hasta finales de los noventa se inauguraron el Instituto Valenciano de Arte Moderno en Valencia, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en Madrid y el Museo Guggenheim en Bilbao. Tres grandes instituciones que revolucionaron el turismo cultural y cambiaron la forma de visitar un museo. Puede decirse que estos fueron los años de esplendor, un tiempo en el que la inversión que se hacía en el proyecto museístico se revertía en la ciudad, creando empleos, ofreciendo programas culturales de calidad y apostando por la marca España.
En 2008, con la crisis económica, los presupuestos del Estado, concretamente para cultura, bajaron a la mitad. Hasta entonces, muchos museos era construidos por imitación sin ninguna seguridad financiera, por lo que muchos se quedaron sin posibilidades de ofrecer una programación decente, pocos años después de haber abierto sus puertas con una inversión económica y mediática desmedida.
Algunos de los problemas principales fueron la falta de honestidad profesional y de sentido común que desde la gestión tanto del Estado como de las diferentes Comunidades Autónomas se llevó a cabo. Entre otras cosas la honestidad debió pasar por:
- No crear museos que fueran cajas vacías sin colección, teniendo en cuenta un patrimonio artístico tan valioso como el que tenemos en España. Los museos con identidad propia son aquellos que albergan, conservan y difunden su propio archivo.
- Construir edificios cuya primera función fuera la exposición de obra, con un diseño supeditado a un fin y no a un artista o una firma para revalorizar una ciudad.
- No depender del turismo cultural y olvidarse de la sociedad del propio país. Mostrar una oferta cultural que los visitantes comprendan, lugares sin barreras intelectuales en los que el contenido se adapte y pueda ser comprendido por toda la sociedad.
Los museos de entonces no siguieron ninguno de esos planteamientos, y con el desarrollo de las diferentes crisis en España, la cuestión ha ido a peor.
En la industria del arte, el museo es una empresa que ofrece un programa y maneja un presupuesto ajustado a su público. Los museos deberían adaptarse a su entorno, lo que requeriría un ejercicio de planificación previo a la creación del propio edificio y una reflexión anual sobre la programación. Además, deberían ser instituciones sociales donde la gente pudiera ir a aprender, algo muy difícil si reparamos en la poca difusión que hacen los museos en general de sus programas, y en que en muchos casos las entradas tienen un precio desorbitado.
En museos como el Prado, el precio de la entrada general asciende a los 15,00€, si hablamos de una familia de cuatro miembros, el coste de la visita ascendería a 60,00€. Una cuantía que es inasumible para gran parte de la sociedad. La clase obrera se ve rechazada por los centros artísticos, primero por sus condiciones materiales y, segundo, porque en España no se invierte lo suficiente en profesionales que interpreten el Patrimonio y lo adapten al público medio. Es un problema que el reducido grupo que conforma la clase alta no tiene, porque si no comprenden el cuadro en el que se gastan su fortuna, pueden permitirse fingir que lo hacen, o pagar a alguien que lo haga por ellos.
Los museos, hoy por hoy, resultan ser instituciones elitistas alejadas de la sociedad que parecen haber perdido su propósito: difundir el arte y fomentar su conocimiento.
