El frío se hizo esperar, pero llegó, inexorable, como todos los años. La factura del consumo eléctrico, que tras un desmedido salto de verano parecía menguar, escala de nuevo la montaña de los precios con las primeras estufas del otoño. Recientemente se disparaba la luz un 28%, y no parece que vaya a bajar.
Como si de un buque a la deriva se tratara, entre olas de calor y de frío, avanza España. Y al frente, un trinomio perverso maneja el timón: de monopolio en monopolio, energético y mediático, y con el Gobierno como catalizador.
Efectivamente, cerrar la central de fisión de Santa María de Garoña fue un error, y es responsabilidad de políticos y de los omnipresentes monopolios energéticos de nuestro país. La postura anticientífica de los mandamases y mandamenos del PSOE ha sido el complemento perfecto de un Partido Popular impasible ante la orfandad energética de este nuestro país. Las centrales de carbón están siendo dinamitadas en el sentido más literal de la palabra.
Con unas fuentes renovables que, como el navío, navegan a merced de las olas, se extiende la sombra extranjera del gas y del carbón. Porque, no nos confundamos, en Alemania los hidrocarburos suponen más del 40% de la base energética total del país. La verde Unión Europea vuelve sus ojos hacia el carbón. Y mientras tanto, ¿Qué hay de nosotros?
La alternativa
Nuestras centrales térmicas son cerradas y demolidas. Las minas ya vieron sus barbas cortadas hace tiempo. El gas es importado ora de Marruecos, ora de Argelia, según plazca al alauita. La única alternativa que no pasa por la compra de energía al extranjero, parece, es la vía renovable, azarosa e irregular.
Pero, ¿por qué una España 100% renovable? Porque tal es la voluntad de Europa. Pero aún no de toda. Francia se erige como líder en el campo de la energía nuclear, con más de un 70% de su mix energético cubierto por reactores de fisión. No dejan pasar la oportunidad, sin embargo, siendo el motor nuclear del continente, de cobrar generosamente por su exportación.
Francia ha destacado en este sector como pionera y pretende mantener tal estatus. Recientemente anunció su ejecutivo una partida de 1000 millones de euros para la construcción de cientos de pequeños reactores y así satisfacer la variabilidad de la demanda en el consumo. Se les conoce como SMR, o “small nuclear reactor” por sus siglas en inglés. Entregan una potencia inferior a los 200 MW, cinco veces inferior a la correspondiente a una central PWR convencional. Reino Unido también está siguiendo esta vía. ¿Y España?
Los últimos gobiernos de España se han mostrado indiferentes, cuando no contrarios, a desarrollar la vía nuclear. La alternativa, irónicamente, ha sido importar energía francesa, que, como sabemos, se obtiene en buena parte de la energía nuclear. Marruecos también recibe su parte por la energía que nos suministra, una energía no descarbonizada. La transición ecológica parece que sí entiende de fronteras.
En nuestro país resisten en pie 7 centrales nucleares, responsables de un 20% aproximado del mix energético nacional, según datos de la Red Eléctrica de España. Al dictado de portavoces belgas y alemanes, no se han proyectado nuevas centrales de fisión, y los SMR parecen ser una realidad desconocida para el actual ejecutivo. Tres centrales están siendo desmanteladas actualmente, y el número de centrales que fueron proyectadas hace décadas, pero que han sido anuladas bajo la mirada vigilante de la Unión, asciende a 16 y se encuentran repartidas por toda la geografía.
¿A 30 años del objetivo?
Volvamos al país galo. Complementaria a la estructura de fisión, se acoge en Cadarache, al sur, el proyecto de fusión más ambicioso llevado a escala internacional. ITER será un centro de investigación para la producción de energía mediante reacciones que emulan las del núcleo de las estrellas. Aquí, isótopos del hidrógeno se funden y liberan energía a un nivel superior al que la fisión puede proporcionar.
¿Dónde está la traba? Las temperaturas necesarias para que se pueda producir la fusión son de unos 150 millones de grados centígrados. Como resulta evidente, no existe material capaz de contener los isótopos a estas temperaturas. Por ello, para poder realizar el proceso, se necesita de enormes imanes que confinen, como en una prisión invisible, los haces de núcleos —en esencia, plasma— en suspensión.
Esta tecnología es costosa y compleja. Para mayor desgracia, actualmente, el sistema requiere de un gasto de energía para poder producir la reacción superior a la que se obtiene de ella, en las condiciones de hoy. Pero se cree que estará resuelto dentro de 30 años, como relata el popular chascarrillo del gremio.
Es posible, sin embargo, que la espera no se haga tan larga. Investigadores del MIT están probando unos super imanes que trabajan a altas temperaturas, capaces de crear campos magnéticos potentes, consumiendo menos espacio. El horizonte parece despejarse para dar paso al Sol, esta vez, fruto del trabajo del hombre.
China se sitúa a la cabeza del continente asiático en la experimentación con reactores que emplean Torio (Th) en lugar de Uranio, que se sirve de un mar de sal fundida para la transmisión de calor. Se consideran más baratos y seguros que las actuales tecnologías del Uranio. Las posibilidades de la energía atómica parecen no escasear.
Energía nuclear sí, gracias
No todos los pasos se dan en balde. La contribución española en el proyecto de ITER pasa por Barcelona y engloba la gestión de un 45% de los componentes necesarios para construir las instalaciones. Los investigadores españoles adquieren, despacio pero con seguridad, los conocimientos y técnicas que permitirán, en un futuro, llevar a cabo este proyecto en nuestro suelo.
Las centrales nucleares de Ascó I y II recibieron, recientemente, la renovación de sus licencias de operación, válidas hasta 2030 y 2031, respectivamente. Las fuentes renovables de energía, si bien variables, tienen aún mucho por recorrer y más por ofrecer. El secuestro de sus capacidades por parte de los lobbies alimentan el innecesario debate entre lo verde y lo nuclear. La búsqueda del máximo beneficio supera las necesidades científicas y técnicas de algo tan esencial como es la producción energética.
Como vemos, la cuestión en nuestro país está aún en terreno inestable. El Gobierno carece de criterio para decidir el mix energético nacional. Las energías renovables, que necesitan de la estabilidad de la energía nuclear, se usan como arma arrojadiza. La descarbonización la está pagando la clase trabajadora. Por su parte, Naturgy, Iberdrola y Endesa se han propuesto apretar las tuercas hasta el límite de las posibilidades, jugando con los precios y especulando con nuestro futuro. Sólo nosotros decidimos cuándo parar y los pasos que dar en cada dirección.