Hace unos días, se arrojó un pastel al cuadro de la Gioconda (Museo del Louvre, París), No obstante, el cristal que cubre dicha obra la protegió y afortunadamente no ha recibido daño alguno. Aunque sorprenda esta acción tan violenta, no es la primera vez que la obra de Leonardo da Vinci es atacada. En 1956, Ugo Uganza Villegas tiró una piedra contra el óleo, y en el mismo año otro atacante arrojó ácido al cuadro. Es más, en 1974, cuando el cuadro fue expuesto en el Museo Nacional de Tokio de forma temporal, un desconocido echó spray rojo en él, por no olvidar que en 2009 le echaron una taza de té.
Y no es la primera vez que realizan acciones como estas a cuadros de gran valor económico. Siguiendo con Da Vinci, en su obra “La Virgen con el Niño con Santa Ana y San Juan Bautista”, hubo dos ataques en diferentes años: en 1962, cuando le fue arrojado pintura roja, y en 1987, recibiendo un disparo, que fue parado gracias al cristal de protección. Tampoco olvidar la mención de obras como la de Monet, “Argenteuil Basin with a Sigle Sailboat”, que en 2012 recibió un puñetazo, o la obra de Rembrandt, “El turno de noche”, que en 1910 se le arrojó ácido sulfúrico y en 1975 recibió numerosas cuchilladas, como también la propia “Venus” de Velázquez. Y alejándonos de Europa, hay que destacar que el monumento conmemorativo a Cristóbal Colón, localizado en el Paseo de la Reforma (México) es dañado en contra de las ideas coloniales que siguen vigentes en pleno siglo XXI cada 12 de octubre, el Día de la Hispanidad.
Centrándonos más en la Gioconda de da Vinci, una vez que se limpió el cristal, los vigilantes expulsaron rápidamente a la persona que tiró la tarta . Por lo que se ve, el desconocido iba en silla de ruedas y portaba una peluca, proclamaba la protección del planeta. Observamos pues, que estas acciones no son por lo general simples rabietas; el mensaje trasciende más allá de la obra de arte atacada.
Es así como se recuerda nítidamente lo ocurrido en 2021 en el Museo del Prado, cuando seis víctimas del aceite de colza se encerraron con las Meninas, ya que querían ser atendidas por el Gobierno. Como este no les había prestado ayuda, realizaron esta manifestación activa para ser escuchados, no saliendo de la sala donde se exponía la obra más emblemática de Velázquez hasta que se tomaran las riendas del asunto. Curiosamente, fue tan sorprendente la acción que salió en los medios de toda España y pronto se tomó conciencia de la gravedad del asunto. El grupo de víctimas no escogió el cuadro al azar: sabían perfectamente la fama e importancia que tenía, y que cualquier acto violento cerca de él, supondría el desvío de las miradas hacia ellos. Al fin y al cabo, el patrimonio cultural de España se convierte en símbolo de poder económico, además de representar la riqueza de la nación ante otras.
Es importante pararse a pensar y reflexionar acerca de dichos acontecimientos que quedan grabados en la historia del arte. Algunos ataques pudieran ser una llamada de atención o incluso cierto odio a la valorización del arte. En el caso de la Gioconda, lo que no es normal es pagar semejante precio de entrada con el simple deseo de hacer una broma de mal gusto. Estamos ante ataques de obras de arte de gran valor económico, además del cultural, conservadas en museos en los cuales debe pagarse una entrada para acceder a ellos.
El atacante de la Gioconda había dicho antes de ser expulsado que había que luchar a favor de la conservación del planeta. Quizás sus reivindicaciones no tomaron ninguna importancia en lugares usuales y transitados, mientras que, en menos de diez minutos, tras tirar el pastel, pensó que su mensaje se pudría hacer viral. Pero, ¿transcendió el mensaje o la acción vandálica?.
Habría que preguntarse si es lícito que las obras de arte deban verse afectadas a la hora de manifestar un descontento. Dañar el patrimonio cultural en favor de que un mensaje sea atendido, puede crear más rechazo que conciencia.
Guillermo Gómez
mayo 31, 2022 at 10:09 pm
Muy de acuerdo con las conclusiones.