En el siglo XX, el importante auge de la música popular hace necesario el estudio de un nuevo factor muy importante para su análisis sociológico: la letra de la canción. En este momento, algunos teóricos se dan cuenta de que la música no sólo posee una dimensión melódica, sino que el componente verbal se está convirtiendo en una parte fundamental, dando una intencionalidad al mensaje que transmite.
Teóricos como Umberto Eco fueron críticos con esta nueva perspectiva, alegando que este tipo de música no persigue ninguna intención artística, sino la satisfacción de las demandas del mercado. Si entendemos al individuo de la sociedad de masas como un ser heterodirigido para el que se crean mecanismos de persuasión y control de gustos e ideas, esta nueva canción de consumo se convierte en uno de los instrumentos más eficaces de coacción ideológica.
Producción y creación: la gran contradicción
La canción moderna está comprometida en un proceso económico, industrial, técnico y comercial. La industria musical plantea los problemas tipo del ámbito cultural y, especialmente, la contradicción y entre producción y creación. Esta contradicción se ha ido creando en torno a la música enlatada, difundida a través de las emisoras de radio y CDs, sin la necesidad del espectáculo en vivo. Las posibilidades técnicas actuales permiten crear efectos sonoros que enmascaran las carencias y crean el producto perfecto. Todo este desarrollo completa un proceso de tecnificación de la canción por el que el intérprete ya no tiene necesidad de una voz ‘potente’, por ejemplo.
Esta aplicación de los avances tecnológicos trae consigo una preocupante manipulación de la música. La industria discográfica maneja a su antojo el mercado musical, dejando a un lado las grandes obras o discos y centrándose en lanzar pequeños hits que engrosan sus listas de éxitos. El comercio del disco recurre a la concentración para asegurarse un enorme sistema de presión masiva sobre una demanda que, a su vez, tiene que ser masiva. La canción presenta como característica original el poder consumirse en cualquier momento y en cualquier sitio. Como consecuencia, los éxitos musicales actuales son víctimas de un desgaste máximo: se desarrolla un fenómeno de embriaguez que lleva a una rápida saturación y a un efecto de hartazgo.
Las listas de ventas cambian cada semana y la aparición de nuevos intérpretes es cada vez más rápida. Este acelerado desgaste está afectando, también, a las formas de creación musical, que cada vez se ven más obligadas a adaptarse al gusto del día.
Máximo control de lo que se consume
Muchas veces, el gusto del consumidor se ve modificado por los medios de comunicación, a través del marketing y la publicidad. Todos ellos agentes que promueven determinados artistas y mensajes. Pero ¿Cómo es posible que, en un mismo tiempo, haya música para todos los gustos? En la actualidad, el artista se ve influenciado por distintos medios que terminan por modificar su obra a fin de ser insertada en un gusto social y conseguir rentabilidad económica. El artista crea pensando en predecir el gusto del futuro cliente para poder generar un consumo mayor de su obra.
Así observamos que, a pesar del gran número de intérpretes que existen, ninguno aporta nada nuevo. Por ejemplo, la larga lista de reggetoneros como Bad Bunny o Anuel AA, o traperos como Kidd Keo o LilPump. En el caso de que llegue una novedad capaz de romper con ese gusto, pronto se adapta al mercado y pierde su originalidad. Así, la música que pertenecía a un determinado grupo se convierte en común y los individuos que se identificaban con ella dejan de hacerlo en cuanto su distribución se masifica.
La industria musical se ha convertido en uno de los monopolios más importantes de la sociedad. Empresas como Sony Music o Universal controlan los gustos de los oyentes al milímetro, además de los artistas que van a ser más escuchados. La industria coge a artistas que están empezando en la música y les crea un personaje que vende en las redes sociales para hacerlos atractivos para el público. No hay que olvidar que, hoy en día, juega un papel muy importante la imagen y cómo se percibe visualmente a un artista. Por lo que una persona no tiene que ser el mejor cantante o instrumentista del mundo para triunfar, únicamente debe ser elegido por una multinacional.
