El pasado mes se produjo un récord en espectadores con mas de 600.000 visitantes en cines españolas desde el cierre, causado por la pandemia de la Covid-19, el 13 de marzo de 2020.
La pandemia devasta al cine
El cine tuvo una caída del 72% con la pandemia que asoló a todos los sectores en 2020. Esta caída rompió la tendencia creciente que habían dejado los buenos datos de recaudación de 2019, a los cuales no se llegaban desde 2011.
Las estadísticas de cinematografía presentadas por el Ministerio de Cultura y Deporte indican que en 2019 se recaudaron 614 millones de euros, mientras que en 2020 fueron 161 millones. Al igual que con el número de asistentes, que pasaron de casi 105 millones en 2019 a 27 en 2020. Y el número de cines también se redujo, contabilizando catorce salsa de cine menos que en 2019.
A pesar de la recuperación, los datos se mantienen todavía bajos y el comité ejecutivo de la Federación de Cines de España (FECE) en una reunión con el ministro de Cultura, informaron de la situación y trasladaron la necesidad urgente de activar planes de recuperación para el sector.

Recaudación del cine en España. Newtral.
Los blockbusters salen al rescate
Desde julio llevan estrenándose varios blockbusters, es decir, películas muy taquilleras (y rentables), que están ayudando a reavivar las taquillas y con ello la asistencia a los cines. Con el estreno de Fast and Furious 9 se produjo un incremento del 100% respecto a los estrenos anteriores, y tras éste se han estrenado películas como Viuda negra, Space Jam 2 , Jungle Cruise, El escuadrón suicida, Free Guy, Dune, Malnazidos, Eternals y otros tantos títulos que llenarán las butacas de los cines.
La necesidad de una cultura fuerte
Este repaso sobre la situación de las salas de cine y cómo los grandes héroes resultan ser grandes producciones hollywoodienses lleva a cuestionarnos: ¿Dónde quedan las manifestaciones culturales propias?
Estas grandes producciones tienen la función principal y casi exclusiva de generar grandes cantidades de dinero. Tarea que desempeñan con creces. Sin embargo, puede decirse que son largometrajes «vacíos». Más allá de los valores, propagandas e influencias impostadas por el capital, estas películas no ofrecen nada más allá de alardes técnicos. Por supuesto, apelar a la falta de contenido de estas películas no pasa, ni de lejos, por echar por tierra el trabajo detrás de su producción. Bien es sabido que muchas resultan ser producciones costosas dado el despliegue de recursos que requieren. Detrás de las explosiones, el CGI y todos los efectos especiales que uno pueda imaginar, no hay nada que mueva al espectador del asiento. Más bien, esa espectacularidad está pensada para que al salir de la sala, el espectador no se plantee nada. Es la más clara muestra de alienación.
No debe sorprender esto. Ya aquí hemos hablado de cómo el arte se devalúa en el capitalismo y cómo éste se ve como un mero objeto de consumo. Lo que estamos presenciando en la industria cinematográfica es el ejemplo más elocuente de ello. Ya no se plantea el arte —o al menos, este arte— con el pretexto de deleitar, sino que se produce de forma masiva. El motivo de sagas interminables que reciclan su propia trama es sacar dinero, muchas veces a la desesperada, como denota la situación.
El cine, como arte, forma parte de la cultura. Tanto éste como la cultura en general tienen un importante peso en la sociedad y en el desarrollo de los seres humanos. La necesidad de una cultura comprometida con la sociedad se hace imperativa. Al hablar de compromiso demandamos la necesidad de una cultura que haga plantearse quién es y cuál es su lugar en el mundo, y cuáles son los problemas de éste. No son incompatibles una cultura comprometida con la educación y el crecimiento, y una cultura que entretenga y divierta.