Tras el incidente nuclear de Chernóbil, en 1986, la población ucraniana se vio expuesta a altos niveles de radiación ionizante. Sus efectos directos se saldaron con más de 30 fallecidos, numerosos efectos adversos y una evacuación a escala nacional. Entre los esfuerzos para limpiar la “zona cero” y en un radio de 30 km, miles de trabajadores participaron como equipos de “liquidadores”. Los efectos de la exposición a críticos niveles de radiación han sido estudiados a lo largo de estos 35 años.
El pasado 22 de abril, un equipo de investigadores del National Cancer Institute, en Estados Unidos, publicó un artículo en la revista Science sobre los efectos transgeneracionales de la exposición ionizante. El objeto del estudio era establecer una relación entre niveles atípicos de mutaciones genéticas nuevas tras la concepción (DNMs) y la exposición a la radiación ionizante. Las mutaciones genéticas son algo habitual en los seres vivos. Se estima que, en cada generación, se acumulan entre 50 y 100 nuevas mutaciones genéticas. Factores que afectan a esta proporción, y a cómo se manifiestan, son hábitos de tabaco, consumo de alcohol y, sobre todo, la edad.
Hasta ahora, los estudios existentes sobre radiación ionizante y nuevas mutaciones eran concluyentes en plantas y animales, pero no arrojaban luz sobre una tendencia concreta en humanos. Así, los supervivientes del bombardeo nuclear sobre Nagasaki no mostraban niveles de mutaciones fuera de lo normal, mientras que las personas expuestas al accidente radiológico de Goiânia, Brasil. No hay una tendencia concluyente. En relación con Fukushima, la proximidad temporal del suceso hace que sea necesaria una investigación más profunda.
Para el caso Chernóbil, los investigadores secuenciaron el ADN de hasta 130 hijos de la “generación Chernóbil” nacidos entre 1987 y 2002, incluyendo tanto habitantes ucranianos sometidos a radiación ambiental, como “liquidadores”, expuestos algunos de ellos a dosis de hasta 1000 mGy. No se hallaron evidencias de un aumento en las nuevas mutaciones en relación con la dosis de radiación a la que se vieron sometidos sus padres. Tampoco se detectaron diferencias entre las clases individuales de DNMs evaluados, respecto de la población general. No hay indicios de variación en la tasa de DNMs por niveles de exposición, ni por cercanía a la zona catastrófica.
Si se analiza comparativamente la cantidad de DNMs frente a edad de los padres en la concepción, exposición a radiación de padre y madre, y hábitos como el tabaquismo y consumo de alcohol, se revela que la mayor correlación se encuentra con la edad.
Este estudio es revelador en materia radiológica, permitiendo una aproximación más favorable a la cuestión nuclear. La prueba de nuevas generaciones sanas frente a catástrofes tan notorias como la de Chernóbil es un alivio para la comunidad científica y para la población general.