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Tratamientos hormonales y disforia de género: ¿estamos ante una ola de destransiciones?

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La reciente aprobación de la denominada Ley Trans en España ha desatado aún más el debate sobre el análisis y tratamiento de la disforia de género. Por una parte, se eliminan los dos años de hormonación previos a solicitar del cambio de sexo registral requeridos en la Ley 3/2007. Por otro lado, se reduce la edad mínima para cambiar el nombre y sexo registral sin consentimiento de un adulto, así como para acceder a tratamientos hormonales.

Los tratamientos hormonales no están, en ningún caso, libres de polémica ni por su origen ni por el carácter experimental de muchos de ellos. Históricamente, se atribuyen los inicios a los tratamientos experimentales del médico danés Carl Peter Værnet en el campo de concentración de Buchenwald. Estos formaban parte de las terapias de conversión para homosexuales.

En la actualidad, los fármacos utilizados en tratamientos hormonales para el tratamiento de la disforia han sido diseñados para otros fines o no se realiza sobre el paciente un seguimiento adecuado. Por ejemplo, los denominados «bloqueadores de la pubertad» son fármacos diseñados para el tratamiento de la pubertad precoz y los tratamientos de estradiol, para la menopausia.

Tratamientos hormonales en menores

En los protocolos actuales de tratamiento, cuando un menor de edad presenta disforia de género, suelen recetarse bloqueadores. Estos fármacos están compuestos, en su mayoría, por leuprolida, un análogo de la hormona liberadora de gonadotropina. Tecnicismos a parte, el objetivo de los bloqueadores es inhibir la secreción hormonal y retrasar el desarrollo de sus cuerpos. De esta manera, se espera que los menores con disforia tengan más tiempo para considerar su identidad y no «pasen por el trauma del desarrollo».

Las principales críticas parten del propio diagnóstico. A estas edades ni la identidad ni la sexualidad están consolidadas y, con frecuencia, los menores se ven influenciados por estereotipos y no por el libre desarrollo de su personalidad. Lejos de otorgar más tiempo al menor, el uso de bloqueadores se asocia a daños irreversibles. Entre otros, los menores pueden tener severos problemas de densidad ósea, predisposición a desarrollar cáncer, infertilidad e incluso daños cerebrales.

Los tratamientos hormonales en menores tampoco son reversibles y sus efectos secundarios prevalecen incluso si se abandonan. Así lo ha afirmado el Servicio Nacional de Salud británico (NHS, por sus siglas en inglés National Health Service) tras enfrentarse a una demanda por parte de una paciente, Keira Bell. Bell fue erróneamente diagnosticada con disforia y sometida a un tratamiento hormonal que finalizó con una doble masectomía.

El arrepentimiento de Bell no es aislado. Países como Suecia están revisando sus políticas de tratamiento de disforia en menores. Uno de sus principales hospitales, el Hospital Karolinska, comunicó el pasado abril de 2021 que prohibirá el uso de bloqueadores en menores de 18 años.

Situación en adultos

La problemática tiende a agravarse en la edad adulta cuando a los tratamientos hormonales se suman las invasivas cirugías de cambio de sexo. Como afirma el psiquiatra Paul McHugh del Hospital John Hopkins (EE.UU.):

En el núcleo del problema está la confusión sobre la naturaleza de los transgénero. El “cambio de sexo” es biológicamente imposible. Las personas que se someten a cirugía de cambio de sexo no cambian de hombres a mujeres o viceversa. Más bien se vuelven hombres feminizados o mujeres masculinizadas. Reivindicar que esto es asunto de derechos civiles y fomentar una intervención quirúrgica es en realidad promover un trastorno mental y colaborar en él.

Además, en adultos, las dosis de los tratamientos hormonales con estrógenos y testosterona no suelen variar. Sin embargo, el ambiente hormonal de cualquier ser humano cambia a lo largo de los años. Esto deriva en problemas endocrinos y de desarrollo sexual.

Para ilustrar lo anterior, la fotógrafa Laura Dodsworth ha plasmado en su trabajo Detransitioners el arrepentimiento de varios hombres trans (mujer-a-hombre), que ahora indican su crítica al género y reivindican su salud mental. En estos casos, no hay posibilidad de recuperación de las mamas.

En el caso de las mujeres trans (hombre-a-mujer) que se someten a vaginoplastia, el tratamiento hormonal se vuelve imprescindible. Al perder los testículos en la operación, se quedan sin hormonas sexuales y han de suplirlas externamente. Cuando se dan situaciones de desabastecimiento de estos fármacos, como el estado actual de agotamiento de estradiol en España, las pacientes tienen que gastar grandes cantidades de dinero para comprarlos en el extranjero. Abandonar de forma brusca un tratamiento hormonal tiene complicaciones endocrinas y, para algunas pacientes, puede asemejarse a una menopausia.

Esto evidencia, por un lado, la manipulación que la indrustria farmaceútica puede hacer de los pacientes. Por otro, la dependencia farmacológica que se crea a pacientes sanos a los que se convierte en enfermos crónicos.

Vale destacar a las voces críticas que, desde los procesos de destransición, resaltan el daño irreversible de estos tratamientos.

 

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