Entre las 68,5 millones de personas refugiadas repartidas por el mundo se encuentran atletas profesionales que se quedaron sin sedes olímpicas que puedan representarles. Ante esta situación, los mismos países que alimentan los conflictos, como si de una burla se tratase, dejan participar a los deportistas, que han tenido que huir de los horrores de la guerra, bajo la bandera blanca de la paz del Equipo Olímpico de Refugiados.
The Refugee Olympic Team has entered the stadium led by flag bearer Rose Lokonyen Nathike. #RefugeeOlympicTeam pic.twitter.com/o0EqpI0H3U
— Refugee Olympic Team (@RefugeesOlympic) August 6, 2016
Esta iniciativa fue puesta en marcha por el Comité Olímpico Internacional en 2016 y la elección de los 52 deportistas que los componen se realiza en base a sus anteriores resultados en competición.
La directiva del Comité está formada por las principales potencias económicas, algunas de las intervienen militarmente en países de donde proceden los atletas, algo que podría percibirse como un intento de blanquear su imagen con un poco de espíritu competitivo apátrida.
Los competidores del equipo practican disciplinas muy diferentes, pero comparten la misma historia de exilio. Entre ellos es común encontrar trayectorias como las del judoka quien a los nueve años tuvo que huir de la guerra civil en la República Democrática del Congo, donde perdió a su familia para ser encontrado luego de ocho días vagando por la selva.

Popole Misenga
O el caso Rose Nathike Lokonyen una atleta de Sudán del Sur, pero que vive como refugiada en Kenia. Participó en la prueba de 800 metros femeninos en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.

Rose Nathike Lokonyen
Ejemplos como el del judoka congolés o la dejan en evidencia la frivolidad de la iniciativa del COI, pues mientras se le entrega permiso permiso para participar en las olimpiadas, empresas de las super potencias no han solicitan ninguno para arrasar con los recursos de sus respectivos de su países.
