Esta redacción, se ha dado cobertura en repetidas ocasiones al conflicto de las últimas semanas en Colombia. Desde un breve análisis de las causas por las cuales surgió el estallido popular, hasta el seguimiento de los acontecimientos más importantes. Sin embargo, las grandes concentraciones de personas van amainando, y el Comité Nacional del Paro (CNP) anunció hace sólo unos días el cese temporal de las movilizaciones. Aluden a un cambio de estrategia y a que es hora de empezar nuevas estrategias para continuar el paro. Asistimos por lo tanto, a lo ocurrido en otros muchos estallidos sociales espontáneos, que la gobernanza de dicho movimiento busca el pacto y la conciliación. Aunque en las repetidas reuniones que han tenido lugar entre CNP y el Gobierno, no se ha llegado a acuerdo ninguno.
A pesar del anuncio del CNP, en las principales ciudades, Medellín, Bogotá, Cali o Bucamaranga continuaron las manifestaciones. El pueblo colombiano, sigue saliendo a la calle, de forma pacífica pero también mediante enfrentamientos con la policía, el ejército y las brigadas del ESMAD. Tenemos imágenes de dichas movilizaciones y enfrentamientos enviadas desde el Punto de Resistencia de Siloé, las cuales ilustrarán este artículo.
Colombia es un país que desgraciadamente ha sufrido durante décadas la violencia más extrema por diferentes partes y causas. Ya fuera por parte de las guerrillas, supuestos grupos revolucionarios, pero que en el fondo sólo han llevado a cabo una lucha militar, vacía de ideas. Algunos de los grupos más famosos en Colombia han sido las FARC o el ELN.
Por otro lado, la violencia de los cárteles y los narcotraficantes más poderosos, como fueron el Cártel de Cali o de Medellín, liderado por el célebre Pablo Escobar. Tras un arduo populismo y una falsa fachada social, se escondía la más cruda violencia contra el pueblo colombiano. Siendo su único objetivo defender sus intereses económicos y de poder. Por último, el Gobierno de Colombia, quien ha sido denunciado y acusado múltiples veces por el uso de paramilitares para llevar a cabo asesinatos de conocidos líderes sociales. Según la Jurisdicción Especial para la Paz, entre 2016 y 2021, hasta 904 líderes sociales y 276 excombatientes de las FARC fueron asesinados.
Por estas tres causas, el pueblo colombiano ha tenido demasiado cerca y ha convivido de forma cotidiana con la violencia indiscriminada. Ésta, siempre acababa dirigida contra la propia población, quienes no eran capaces de responder ni de organizarse en su contra. Es por ello, que lo surgido tras el anuncio de la reforma tributaria ultra-neoliberal anunciada por el Gobierno, marcó un antes y un después. Los colombianos parecieron despertar como nunca antes lo habían hecho, y dar una respuesta unitaria al ataque del ejecutivo contra las capas más vulnerables de la sociedad.
Vídeo del tratamiento de una herida por arma de fuego
En las dos o tres primeras semanas, cuanta más gente salía a las calles a protestar y denunciar la situación en la que vivían, más duramente reprimía la policía. Sin embargo, esto no hacía más que alentar aún más a los ciudadanos para ayudar y socorrer a los jóvenes de la primera línea, y darse cuenta del carácter del gobierno.
Hablando con la comunidad colombiana en España, aludían a eso mismo, que habían estado alienados y con la mente nublada durante años. Debido a la educación recibida, a la propaganda y a la normalización de la violencia y el terrorismo, no se habían dado cuenta de que estaban sometidos. Por esos motivos, el surgimiento de ese movimiento espontáneo, aunque no organizado si espoleado por diferentes grupos, fue positivo para el pueblo colombiano.
Los efectos para la población colombiana han sido y son tremendamente graves. Los fallecidos, heridos y desaparecidos se cuentan por cientos. Las cifras oficiales no son para nada creíbles, ya que se han realizado todo tipo de artimañas por parte del gobierno para tapar los números reales. Desde la fiscalía se criminalizaba a los manifestantes y se cohibía a las familias que iban a denunciar las desapariciones de sus hijos o hermanos. El drama humano es enorme, y el futuro dirá si el gobierno paga por los crímenes realizados, aunque siendo sinceros, es muy improbable.
Como se ha dicho en párrafos anteriores, el Comité Nacional de Paro ha anunciado el cese de las manifestaciones como arma política. De esta forma, cambian su estrategia de presión al gobierno, renunciado a la movilización con los pactos en los despachos. El pueblo colombiano, sobre todo en las zonas más humildes y alejadas del centro de las grandes ciudades, sigue echándose a las calles. Los jóvenes siguen enfrentándose a la policía, siendo esta ya la única forma de lucha que les queda, no quieren resignarse a los pactos del CNP. Tampoco se resignan a que todos los atentados pertrechados por el Estado queden impunes.
El futuro dirá si el despertar de la sociedad colombiana sirve para crear un movimiento realmente organizado y con una línea de acción determinada. La oposición a Iván Duque ha intentado monopolizar y hacerse con el movimiento popular junto con el Comité de Paro. En caso de que se convierta en un ente meramente parlamentario, los problemas del pueblo colombiano seguirán siendo los mismos, y volverán las reformas neoliberales.
