La huerta española, afincada sobre todo en Murcia y Almería, lidera hasta día de hoy el mercado del tomate europeo. No obstante, esta situación puede volar por los aires ante el ambicioso complejo de invernaderos que levantará Marruecos en esta década. Dichos cultivos tendrán lugar en los territorios ocupados del Sáhara Occidental, donde el reino marroquí hace uso de los recursos saharauis sin pudor ni control internacional. Debido a este plan, los productores españoles temen perder sus negocios en los próximos años.
Esto es posible gracias a que Marruecos y la Unión Europea comparten un acuerdo de asociación vigente desde el año 2000. El acuerdo tiene una relación prioritaria en cuanto a la pesca, aunque Marruecos lleva desde 2012, momento en que se liberaron los aranceles, apostando fuertemente por los productos agrícolas.
El problema principal radica en que el poderío agrícola marroquí, al igual que en otros muchos sectores como el de los fosfatos, existe gracias a la apropiación del Sáhara Occidental. Dicha apropiación y expolio de recursos, atenta contra la legalidad internacional y los acuerdos bilaterales con Europa. El Frente Polisario, denunció ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea la situación, obligando éste a excluir el territorio saharaui de los acuerdos. Sin embargo, la denuncia legítima del Polisario quedó en papel mojado. El tribunal aceptó el uso del territorio para beneficio marroquí a cambio de un par de requisitos, por supuesto incumplidos. Estos consistían en el respeto de los derechos humanos y el favorecimiento de la población local, los cuales no se han cumplido en los últimos 50 años.
Marruecos está ante la obligación de que toda su mercancía que entra a Europa sea marroquí. En caso negativo, debe de especificar el origen, en este caso del Sáhara Occidental. Rabat, por su lado, desoye la ley y los acuerdos y provee a Europa con productos producidos íntegramente en suelo saharaui. Al no hacer mención a su origen, Marruecos incumple las normas de trazabilidad y seguridad alimentaria. Los agricultores españoles aluden a esta negligencia, la cual está totalmente prohibida en Europa, para argumentar la falta de competencia justa por parte de Marruecos.
¿Cómo es capaz de engañar Rabat a Bruselas para colar la mercancía en la Unión Europea? Básicamente con un sencillo truco: empaquetar la mercancía, hortalizas frutas saharauis, como producto marroquí. Los camiones llevan los productos hasta la ciudad saharaui de Dakhla, donde se transportan en contenedores frigoríficos hasta Agadir, en territorio marroquí. Allí se mezcla con la producción local, y se empaqueta todo bajo la etiqueta de producto de origen marroquí. Gracias al informe ‘Derechos humanos y empresas transnacionales en el Sáhara Occidental‘ publicado en Mundubat, se puede conocer todo este proceso llevado a cabo por Rabat.
Gracias a estas artimañas, Marruecos está consiguiendo colocar su producto en el mercado europeo. El tomate almeriense y murciano se están viendo totalmente desplazados desde el comienzo de la estrategia marroquí. El tomate llegó a ocupar un tercio de las superficie de invernaderos en Almería. En los últimos 10 años, esto se ha visto reducido, además del valor de las exportaciones. Los productores, afirman que es imposible competir con los 46 céntimos por kilo pactados entre Marruecos y UE. El campo andaluz ha perdido 4000 hectáreas de tomates en el último lustro, entre otras cosas porque el coste de producción en Marruecos es diez veces menor. A esto se le añade la falta de controles sanitarios, formando un caso claro de competencia desleal.
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea será quien dictamine el enredo comercial. Los antecedentes no son positivos ni esperanzadores para los agricultores de tomate en territorio español.
