En las últimas semanas la tensión entre Kiev y Moscú ha ido en aumento, debido al crecimiento de la presencia rusa en torno a la frontera. Los efectivos se han multiplicado por cinco en un mes, llegando a 100.000 soldados según la Unión Europea. Mientras tanto, los combates en la región del Donbás se han reanudado, y Ucrania también ha movido ficha reforzando sus posiciones.
La comunidad internacional ha hecho llamamientos a rebajar la tensión y a recuperar los acuerdos de paz de Minsk. No obstante, los hechos de provocación y de alarma de conflicto son claros, y en este contexto Ucrania ha vuelto a solicitar su adhesión a la OTAN. Su presidente, Volodimir Zelenski, afirma que es necesario mandar “una señal a Rusia”. En el mes de marzo, ya se estableció como objetivo del gobierno ucraniano la recuperación de la región de Donbás y de Crimea, anexionada por Rusia en 2014. No obstante, la alianza del Atlántico Norte no parece dispuesta en aceptar dicha anexión.
Ucrania únicamente ve ventajas en su entrada a la OTAN, debido a que supondría una garantía de seguridad para sus fronteras. En caso de ataques por parte de Rusia, podría solicitarse la activación del artículo 5 del tratado, que exige respuesta militar de todos los socios. También aluden a los beneficios que tendría la anexión, a nivel económico y político, ya que acercaría su entrada a la Unión Europea, en su afán de salir de la esfera rusa. Estos acercamientos no son recientes, sino que desde la propia independencia de Ucrania, en 1992, comenzaron las conversaciones. En 1997, ya se llegaron a acuerdos de asociación militar y de seguridad nacional, llegando Ucrania a colaborar en misiones como las de Kosovo o Afganistán.
Desde la escalada de tensión en 2014, tras el Euromaidan, Ucrania se ha esforzado en cumplir los requisitos de entrada. Por su parte, la alianza ha mostrado su decisión de que el país acabará incorporándose, pero no ha puesto una fecha clara ni cercana. La principal causa es que aunque Ucrania sería un socio comprometido, la OTAN se ganaría un conflicto en el este de Europa. Es por ello, que los socios no se ponen de acuerdo de si merece la pena. Polonia o las repúblicas bálticas están a favor, ya que temen acciones de Rusia, mientras que Alemania y Francia son reticentes. Sostienen que en caso de adhesión, la política europea se desestabilizaría. Por otro lado, Hungría, no lo ve con buenos ojos debido a la situación de la minoría húngara en Ucrania, quienes han perdido derechos culturales en los últimos años.
La concentración militar rusa en torno a Ucrania ha hecho saltar todas las alarmas en las últimas semanas. Moscú dice que el despliegue responde a actividades “amenazadoras” de la OTAN.
— Marcos (@kowalskimarcos) May 28, 2021
Rusia, por su parte, ha respondido de forma muy clara, tomará medidas en caso de mayor presencia de la OTAN en Ucrania. Rusia considera a Ucrania el lugar de origen de la nación rusa y parte de su área de influencia. A parte, el gobierno ruso justificaría una posible intervención para proteger a los ciudadanos rusos en Donbás, que se cuentan por unas 640.000 personas. Con su movilización de tropas en los últimos tiempos, Rusia no solo realiza una demostración de fuerza, sino que pone la geopolítica del este de Europa bajo su mano. Aún con todo, el gobierno ruso ya ha ordenado la retirada de tropas, correspondiendo las maniobras un aviso y amenaza a Ucrania para el futuro.
Ante esta situación de tira y afloja, parece que no hay una solución o escenario claro a corto plazo. Ucrania quiere y necesita la entrada en la OTAN como garantía de protección y seguridad ante Rusia. Por el otro lado, la alianza tiene pretensiones de que esa unión se consume, pero las consecuencias podrían ser muy perjudiciales para sus intereses a corto y medio plazo. Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos en el este de Europa y la relación entre OTAN y Kiev. No obstante, parece que quien maneja la batuta de ese matrimonio hoy en día es el Kremlin.
