Hace tiempo que las clases bajas de España han sustituido el ‘robar para vivir’ del Lazarillo de Tormes por el ‘me hago rico a costa de lo que sea’ de Tony Montana. Ahí es cuando aparecen las drogas, los coches de lujo y el dinero; las bandas ofrecen todo lo que un joven con una vida precaria puede desear. Los excluidos sociales ya no se conforman con recuperar la dignidad; ahora quieren sobreponerse a quien sea y como sea, independientemente de su clase social.
Hoy en día, cada vez más menores de edad ingresan en estas organizaciones criminales. La nueva moda, aprovechando la susceptibilidad de estos jóvenes, es hacerles líderes. Su aval es la ley del menor, la cual dicta que “cuando el autor de los hechos sea menor de 14 años, no se le exigen responsabilidades de acuerdo con esta Ley, sino que se le aplicará lo dispuesto en las normas sobre protección de menores previstas en el Código Civil y demás disposiciones vigentes”. En caso de que los altos cargos no superen la edad señalada, les exenta de responsabilidades legales, hagan lo que hagan.
Las bandas latinas y magrebíes hace tiempo que son un gran problema en las barriadas españolas. El narcotráfico y la confrontación entre homólogas no para de generar la famosa conflictividad social que la derecha del sistema utiliza para obtener votos. Lo cierto es que el 42,8% de los inmigrantes en España se encuentra en situación de pobreza. Lo peor es que el 63,7 % de los niños inmigrantes la sufran con ellos.
Ninguno de los partidos de los que ha estado en el gobierno se ha preocupado por integrar de pleno a los migrantes. La formación de guetos en torno a a las ‘metrópolis’ (Madrid, Barcelona, Valencia…) ha ido a más en los últimos años; la llegada de cocaína desde Latinoamérica y la de hachís desde Marruecos, también. El desempleo, la ‘titulitis’ y la falta de un esqueleto industrial hacen ver en la compraventa de narcóticos impulsada por mafias foráneas una salida para la juventud extranjera y ahora también para la nativa. El choque de culturas en España está dejando un hueco a las bandas, que cada vez se hacen más importantes en los barrios más pobres.
La alienación identitaria en las bandas
El carácter identitario de las bandas deslegitima del todo sus actuaciones. No se mueven por injusticias sociales o por su propia miseria, lo hacen por dominar a otras. Tener el cartel más grande o haber herido a más enemigos en una pelea son algunas de sus medallas tan ansiadas. Algunos ex-miembros han llegado a reconocer que “si una persona de una banda te identifica como miembro de otra puedes meterte en problemas serios” o que “toman a los españoles por indefensos”. En muchas ocasiones todas estas premisas generan conflictos entre gente que se encuentra en la misma situación material. 10,9 millones de españoles no han cobrado más de 24 euros al día en 2020; ser de una banda u otra no te hace valer más.
La romantización de los gángsteres ha trascendido ya hasta la marginación. El individualismo y la ideología identitaria de las bandas organizadas entierra la organización política y sindical de parte de las clases bajas que habitan el territorio español. Quizás sea el momento de que el patriotismo sea capaz de integrar y de que evitemos que el cosmopolitismo americanice hasta lo marginal.