En marzo de este año, tras su fusión con Bankia, Caixabank se conviertía en el primer banco de España, con más de 623.000 millones de euros en activos, unos 50.000 empleados y una red de 6.700 sucursales para prestar servicio a cerca de 20 millones de clientes.
Los conocedores del mundo de la banca y los “gurús económicos”, veían esto como saludable y una buena notica. Pero poco demoró la realidad en dar el sablazo a los de siempre: los trabajadores.
La parte mala a los trabajadores
La dirección de CaixaBank planteó ayer martes un ajuste del 18,7% de la plantilla, lo que se traduce en 8 mil 291 personas. El nuevo banco fusionado con Bankia pasará de los 44.400 trabajadores actuales a 36.109.
Los ajustes afectan a CaixaBank España, no a las filiales del grupo en el extranjero. Se trata del mayor ERE de la historia de la banca española y el tercero del sector empresarial tras los realizados por Telefónica y Seat.
El Santander y CaixaBank son las entidades que más despidos han realizado desde la crisis financiera de 2008. El ERE afectará principalmente al personal de las oficinas, puesto que se cerrarán más de 1.500, un 27% de la red total.
El “optimismo” del gobierno “del cambio”
La ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, aseguró, que de no haberse producido la fusión entre CaixaBank y Bankia, se estaría asistiendo “a un expediente muy superior” al presentado por la empresa.

La ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero
“Siendo consciente de que se trata de un expediente cuantioso e importante, este podría haber sido muy superior si cada entidad hubiera hecho la reestructuración por su lado”, dijo en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros.
Un optimismo, y forma positiva de ver las cosas, que no cambia la realidad a la que se enfrentan los trabajadores que quedarán en la calle en plena crisis, y con un sector laboral donde la precariedad es cada vez mayor.