Celsa, la siderúrgica catalana con sede en Barcelona, es la segunda fabricante de productos de acero en Europa y es propiedad de la familia Rubiralta. La cual está entre las 20 familias más ricas de España y que tiene el 100% del capital. Este capital puede ser absorbido por los acreedores de la empresa, entre los que están agentes del gran capital como Deutsche Bank, Goldman Sachs o SVP.
Actualmente el endeudamiento de la empresa necesita de un rescate en el que las arcas públicas de España desembolsarán 550 millones de euros. Este rescate está aprobado por el gobierno de Sánchez y se traduce en ser su mayor rescate hasta ahora a costa de dinero público aportado por los trabajadores. La inyección de dinero público, de nuevo se ha vuelto ya una práctica habitual por parte de los gobiernos al servicio del gran capital.
Este endeudamiento que ha acumulado la empresa se debe al egoísmo y mala gestión de la familia Rubiralta. De hecho, la realidad es que la empresa ha tenido una facturación récord de más de 5.200 millones de euros en el último año. 5.200 millones obtenidos gracias al trabajo de los trabajadores de la empresa.
La crisis de Celsa pone en evidencia el comportamiento despótico e incluso caníbal de los agentes del gran capital como Deutsche Bank. Esto se junta con el egoísmo, la incompetencia y la irresponsabilidad de una familia multimillonaria que especula con el trabajo de más de 33.000 personas. La situación se resume en que unas administraciones públicas inyectan dinero público que acabará en manos de una familia multimillonaria y los grandes agentes financieros como Deutsche Bank.