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Cuando la lengua prima sobre el talento

Después de que la Universidad del País Vasco modificase su perfil lingüístico, dos técnicos nucleares han decidido demandar al centro por “discriminación lingüística”. Parece que, en lugar de hacer que la labor investigativa progrese en España, la universidad quiere complacer los intereses nacionalistas de la pequeña comunidad elitista de la que forma parte.

Dos trabajadores de los Servicios Generales de Investigación de la Universidad del País Vasco (Sgiker) han presentado demandas por “discriminación lingüística” después de que la universidad modificase su perfil lingüístico. 

Aunque ya se sabe que estos cambios van a afectar a una veintena de doctores del departamento mencionado, los dos demandantes pertenecen a la especialidad de resonancia magnética nuclear, la cual requiere una cualificación de primer nivel. Por si fuera poco, apenas hay veinte técnicos nucleares en toda España. 

La coyuntura se presenta de esta forma: se les exige a los perjudicados un nivel C1 de euskera, pese a que no se les exigió ese nivel cuando entraron a trabajar al departamento. Esto ha ocurrido porque sus plazas van a salir a concurso en una OPE dentro de poco. Actualmente, se ha fijado una fecha límite para que los investigadores tengan acreditado el perfil lingüístico exigido. En caso contrario, estos perderían su trabajo. 

La situación de los técnicos es complicada, pues el centro académico se ha negado a liberarlos plenamente de su jornada laboral para que puedan obtener el requisito lingüístico. De hecho, la Universidad los considera imprescindibles en sus funciones, ya que deben disponer de un conocimiento muy especializado en el material y la maquinaria que utilizan. En su lugar, el centro educativo ha accedido a liberarlos durante dos horas diarias; tiempo insuficiente para poder lograr el nivel lingüístico demandado antes de diciembre del año que viene. 

¿Cuál es la situación de la investigación en España?

La situación de la investigación en España está lejos de ser positiva. Además de ser uno de los países europeos que menos invierte en esta rama, el número de personal dedicado a esta labor es alarmantemente reducido. 

Entre los países miembros de la Unión Europea, España es el noveno país que menos invierte (el 1,21% del PIB; 0,15% menos que en 2010) en investigación, por detrás de países como Hungría o Letonia. Mientras tanto, la media europea se mantiene en casi el 2,2% y las naciones que más invierten nos aventajan en casi dos puntos: Suecia (3,32%), Alemania (3,12%), Austria (3,14%) o Dinamarca (3,03%).

Estos datos tienen una consecuencia inevitable en los trabajadores que se dedican a este sector. Debido a la insuficiente financiación, los científicos carecen de la estabilidad necesaria para poder llevar a cabo su trabajo. 

Esto da pie de forma ineludible a la llamada fuga de cerebros. Según datos de 2019, España lideró junto a Italia la lista de emigración de profesionales y científicos en la UE, lo que se traduce en 87.000 trabajadores que dejaron nuestro país en la última década. 

Con estos datos se logra atisbar la razón por la cual en España solo hay 2,27  trabajadores por mil habitantes en investigación y desarrollo, en tanto que esa cifra gira en torno a los 10 en los países en los que más recursos dedican al sector investigativo (Dinamarca, Israel, Suiza…). 

¿Qué relación tiene la ideología nacionalista con este caso?

Parece ser que la precaria situación de la investigación científica en España no ocupa un lugar de máxima importancia en el discurso nacionalista de algunas instituciones. 

En base al mapa anterior, se puede observar que el País Vasco es la comunidad autónoma que más financiación aporta al sector de la investigación. En consecuencia, es lógico que haya más oportunidad de que los profesionales y científicos puedan desarrollar su trabajo en esta región. 

Sin embargo, la Universidad del País Vasco, en lugar de facilitar que la labor investigativa progrese en España y que la situación de la rama sea la mejor dentro de lo posible, parece que prefiere primar sus intereses individualistas y nacionalistas para complacer a los miembros de la pequeña comunidad elitista de la que forma parte. 

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