El conservacionismo verde o el eco-conservacionismo es una ideología medioambientalista que está en auge actualmente. Esta línea de pensamiento defiende preservar los hábitats rurales tal y como están, y agrupa a una parte de la sociedad que muestra preocupación por el deterioro del ecosistema.
Las consecuencias de esta postura política se están advirtiendo ya en diversos lugares de España. Por ejemplo, el pasado 5 de junio, Ione Belarra, la ministra de Asuntos Sociales y Agenda 2030, celebraba la paralización de la construcción de una mina de litio en Cáceres, apelando a una “transición ecológica ‘justa’ para Extremadura”. Al mismo tiempo, en Aralar (Gipuzkoa), se concatenan más de diez años de sabotajes contra cualquier tipo de mejora para la actividad agraria y pecuaria en la zona.
Como se observa, la reacción conservacionista, que nace del ecologismo, se manifiesta siempre en contra de la tecnificación del campo o de la creación de industria. Por ello, no es imprudente afirmar que el conservacionismo dista mucho de ser una solución real para los problemas medioambientales.
Los efectos de estas prácticas han tenido una influencia notoria en algunos territorios españoles. De hecho, la relación entre el PIB per cápita de cada comunidad autónoma está estrechamente relacionado con su grado de ruralidad. Por ejemplo, aludiendo al suceso mencionado anteriormente, el PIB per cápita en Extremadura es un 29,7% inferior a la media española, puesto que casi el 50% de la región extremeña es de carácter bucólico. Asimismo, el grado de ruralidad de cada territorio está relacionado con la densidad del tejido industrial. Por eso, en Extremadura, solo el 7,3% de las empresas que existen se dedican a la producción industrial. Lo mismo ocurre en Canarias, donde el PIB per cápita es un 19,7% inferior que el de la media de España, y solo el 3,7% de sus empresas se consagran al sector secundario.
¿Por qué es el conservacionismo un engaño?
El conservacionismo verde es un engaño, principalmente porque no lleva a cabo su cometido: reducir la emisión de carbono.
En realidad, tiene lugar lo que se denomina fuga de carbono: los países con mayor capacidad económica subcontratan en el extranjero a empresas que producen los materiales más contaminantes, como el acero, el litio o el cemento. Así, los estados más poderosos consiguen “reducir” sus emisiones de CO2 de cara a la galería, puesto que es muy poco frecuente que los países investiguen la huella de carbono que dejan los productos que importan.
Esto se conoce como el vacío legal del carbono, dado que las naciones muestran cifras engañosas sobre su verdadero impacto medioambiental. Sin embargo, se calcula que esta imprecisión legal se podría aplicar hasta al 25% de las emisiones totales de carbono.
¿Cómo promueve el conservacionismo verde la Unión Europea?
Las empresas pertenecientes a la Unión Europea deben poseer unos derechos de emisión de carbono. En un principio, estos derechos se le podían comprar a la Comisión Europea. Sin embargo, esto perjudicaba a las empresas más pequeñas.
En consecuencia, la Comisión Europea permitió que cada país proporcionase las ayudas a las empresas de sus territorios. No obstante, de esta manera, la capacidad económica y financiera de cada gobierno determina el monto de ayudas que reciben las compañías.
De esta forma, la Unión Europea incentiva indirectamente la deslocalización de las empresas que más contaminan en lugar de proponer soluciones. Las grandes multinacionales trasladan su producción a los países más pobres para seguir contaminando igual o más, pero más barato.
Por lo tanto, las imposiciones de la Unión Europea, unidas a la deuda pública española del 125% y a la ideología ecologista capitalista que impregna todas las instituciones más destacadas del estado, han hecho que el 40% de la población española sufra pobreza energética. Asimismo, han hecho de España el 4º país de la Unión Europea con más trabajadores en la agricultura y el 4º país más pobre de la eurozona.
Por tanto, ha quedado constatado que el eco-conservadurismo no es una alternativa viable para solucionar el problema de la emisión de carbono: se ha convertido en el principal subterfugio para justificar la desindustrialización masiva de España. Por si fuera poco, se sabe que la falta de una industria fuerte dificulta la superación de las crisis. Además, la ausencia del tejido empresarial condena a miles de trabajadores al desempleo y, por tanto, a la miseria.
De la misma forma, la pobreza energética que origina la preservación completa de los espacios rurales sentencia a España a la dependencia respecto a otros países.
Por ello, es necesario el desarrollo de una industria fuerte en aquellos lugares a los cuales las acciones conservacionistas han despojado de una base económica consistente y segura. Así, se debe tener en cuenta que, pese a que este crecimiento debería realizarse en aprovechamiento de toda la tecnología que permite reducir al máximo el impacto medioambiental, es inevitable tener un impacto racional y sostenible en el ecosistema.
No queréis centrales hidroeléctricas, no queréis centrales térmicas, no queréis centrales nucleares, no queréis energías renovables si es con litio de tu país. ¿Pero sabéis cómo funciona el mundo?
— Ramón Chicharro🔻 (@Doslogoy) June 6, 2021