Según una encuesta realizada en diciembre por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) el 90% de los españoles han modificado sus hábitos alimentarios para poder llegar a fin de mes.
Esta es una realidad que no parece dar tregua en 2023, pues el IPC de los alimentos sigue al alza y alcanzó el 15,7%, la más alta desde el comienzo de la serie, en enero de 1994.
Los alimentos, que más han subido de precio en el último año son el azúcar (50,6%); los aceites y grasas (38,1%); la leche (37,2%); los huevos (29,8%); los productos lácteos (23,4%); los cereales (22,7%) y las patatas (22,6%). Pero otros muchos alimentos registraron subidas de dos dígitos, como los preparados de legumbres y hortalizas (15,7%); el pan (15,4%); otros preparados alimenticios (15,2%); la carne de ave (15,1%); la carne de porcino (13,8%); la carne de vacuno (13,2%); el agua mineral, los refrescos y los zumos (12,8%); las legumbres y hortalizas frescas (12,3%); crustáceos, moluscos y preparados de pescado (12,2%); café, cacao e infusiones (11,5%), y otras carnes (11,4%).
La crudeza de la realidad
En 2022 un estudio de la Universidad de Barcelona revelaba que dos millones y medio de hogares españoles no tienen acceso a diario a alimentos sanos y nutritivos. Un problema estructural agravado por las consecuencias de la pandemia y ahora también por la subida de los precios.
Antes de la crisis sanitaria, en 2019, casi el 12% de los hogares españoles necesitaban ayuda para comer.
Según el INE en 2020, un 7% de la población vivía en carencia material severa, más de tres millones de personas, un millón más que en el año anterior.