Según los medios de comunicación hegemónicos o mainstream, el sector de la hostelería está viviendo la “gran dimisión”. Por ejemplo, la cadena SER informó que 50.000 camareros no han vuelto a la hostelería tras la pandemia. Lo que supone casi un 3% menos. Ahora mismo, hay 1.659.568 profesionales dados de alta en hostelería en nuestro país. Pero, ¿cuáles son las causas reales de este fenómeno mal denominado como “la gran dimisión”? Como en la mayoría de los aspectos en la vida, hay 2 caras o versiones.
LA CARA A DE LA MONEDA
Es de sobra conocido, que España es uno de los destinos principales del turismo lowcost, de borrachera y descontrol. Un paraíso terrenal que la Unión Europea brinda a los jóvenes y no tan jóvenes del norte de Europa. Por otro lado, España es un país donde la gente se ha acostumbrado en gran medida a socializar en bares y/o restaurantes. ¿Pero acaso sabemos cuál es la realidad al otro lado de la barra? ¿De qué se nutre esta maquinaria mal engrasada?
Según el INE el sueldo medio en la hostelería es de 18.154 euros. Unos 1.500 euros brutos al mes. El sueldo medio más bajo de toda la clasificación del INE, junto a trabajadores no cualificados. A este dato esclarecedor habría que sumarle todos los trabajadores en situación irregular que trabajan en negro por un mísero sueldo por estar sujetos a su condición.
Los jóvenes son otra fuente de mano de obra barata para los empresarios del sector. Jóvenes que se ven abocados a turnos de 12 horas cobrando solo 8 horas. Sin obtener siquiera remuneración extra de las horas nocturnas. Trabajadores que sufren cambios de turnos de un día para otro y se ven sometidos al estrés de no poder conciliar su vida privada con la laboral. Centros de trabajo en los que rara vez se cumplen los convenios, muchos de ellos congelados desde hace décadas. En definitiva, trabajadores que son el engranaje de que el turismo lowcost sea rentable.
LA CARA B DE LA MONEDA
Por otra parte, cabría destacar la otra cara de la moneda. La del negocio lucrativo de la alta cocina. En él, los stagiers (aprendices de cocina), que en muchos restaurantes de lujo son entre el 50% y el 80% de los cocineros, no cobran un euro por sus cometidos diarios. Hace unos meses, el Baluarte entrevistó a un trabajador de hostelería que vivió esta situación específica.
Estos empresarios de la alta cocina se aprovechan de su nombre para obtener el máximo rendimiento posible de sus empleados. No contentos con ello, además cocineros mediáticos como Jordi Cruz, afirman que los stagiers tendrían que estar agradecidos. Un negocio redondo a base de la gratitud y el sacrificio de los trabajadores.
A modo de conclusión, la gran dimisión es tan solo el canto de una moneda trucada en la que, las dos caras, son la precarización y depauperación de los trabajadores de la hostelería. Otro ejemplo de esta casuística, puede verse en el testimonio de Kira, una trabajadora de una famosa cadena de restaurantes.