Durante muchos años ha existido la creencia de que en el País Vasco o Euskadi el nivel de vida era muy superior al del resto del territorio Español. De que en dicha comunidad autónoma al norte de la península, no existían los desahucios, y de que debido a la gran capacidad industrial, todo el mundo poseía trabajos muy bien remunerados.
Sin embargo, en los últimos años, y agudizado por el Covid-19, se ha podido ver cómo dicho “Oasis” se iba desvaneciendo y siendo cada vez más una ilusión. Euskadi fue una de las primeras zonas de España en la que se empezó a implantar industria, sobre todo en las provincias de Gipuzkoa y Bizkaia, muy relacionada con el sector del metal y la siderurgia. Esto provocó un mayor desarrollo social y económico que en la mayoría de los territorios españoles desde finales del siglo XVIII. A mediados de los años 70 del siglo pasado, el peso de la actividad industrial en el PIB vasco era del 49%. Esto supone un nivel muy superior a la media nacional, y a la altura de las regiones más industrializadas del mundo.
Sin embargo, desde la entrada de España en la Unión Europea y la forzada desindustrialización llevada por el gobierno de Felipe González, numerosas empresas como los astilleros Euskalduna o los Altos Hornos de Vizcaya fueron obligadas al cierre. Esto supuso el paro forzoso para miles de trabajadores, además de la pérdida de fabricación de productos de alto valor añadido. 185.900 trabajadores están relacionados con el sector secundario de la economía hoy en día en Euskadi, mientras que hasta 423.000 lo estuvieron en el año 1977.
Zonas enteras que en su momento fueron prósperas e iconos de la actividad industrial, pasaron a ser los territorios más deprimidos y desiguales de la comunidad autónoma, como por ejemplo la margen izquierda del Nervión.
A partir de este “esplendoroso” pasado, se empezó a construir el mito del Oasis Vasco. Una tierra en la cual no existía la desigualdad social, en la cual ser mil-eurista era una anomalía, mientras que en otras partes de España era la media. Un sitio donde los gobiernos, habitualmente del Partido Nacionalista Vasco, invertían mucho más en Sanidad y Educación que en el resto del país.
Sin embargo la realidad siempre llega, antes o después. Con la gran caída de la actividad industrial, Euskadi ha pasado a vivir en gran parte de los servicios como hostelería y turismo, al igual que el resto del Estado. Esto provoca que en ciudades como San Sebastián o Bilbao los precios de las viviendas y los alquileres suben hasta niveles de las grandes capitales como Madrid y Barcelona. Además, muchos barrios tradicionalmente obreros de los centros de dichas ciudades son un imán para los fondos buitre y los bancos, quienes especulan con bloques enteros de pisos. Son muchos los casos en los que fondos buitre como Blackstone, ha forzado la evacuación de familias enteras de sus viviendas, debido a la subida de los alquileres hasta límites insospechados.
A causa de esto, en la Comunidad Autónoma Vasca, ha empezado a existir redes y plataformas organizadas en contra de los desahucios, cosa que hace 5 o 10 años parecía tremendamente lejana. Cada vez más familias trabajadoras sufren situación de desigualdad y vulnerabilidad, teniendo que recurrir a organizaciones solidarias como el Banco Obrero.
Por lo tanto, y ya para acabar, se puede atisbar que lo que en un pasado pudo tener cierta parte de realidad debido al gran potencial industrial, y a la localización geográfica; en los últimos años ha dejado de tener vigencia. Que el impacto de la pandemia del Covid-19, ha tenido efectos devastadores en la economía de las familias vascas, igual o más que en otros puntos de España, y que el desempleo, la desigualdad y los desahucios, son una realidad palpable en esta región, aunque algunos se empeñen en cubrirlo con una pantalla de falso bienestar.