Ayer domingo se cumplió lo pronosticado en cuanto a la participación en las elecciones catalanas: la participación cayó en 25,6 puntos en relación con los comicios de diciembre de 2017. Una caída que el aumento espectacular del voto por correo no pudo compensar. Cataluña no veía una abstención tan alta en unas autonómicas desde los comicios de 1992.
Al final de la jornada, y ya con la inclusión del voto por correo, la participación se situó en el 53,42%, muy lejos del 79,09% de los comicios del 21 de diciembre de 2017. El voto por correo ha sido excepcionalmente alto (ha crecido un 350%, récord absoluto en unas elecciones), pero no ha compensado la caída del voto en urna.
El censo —el número de ciudadanos con derecho a voto en estos comicios— está formado por 5,3 millones de personas. Para el 14-F han votado por correo un total de 265.647 personas, lo que supone el 4,94% del censo. En las elecciones de 2017 —celebradas tras el referéndum del 1 de octubre— lo hicieron el 1,48%. Con el voto por correo, la participación apenas ha superado ligeramente el umbral del 50%.
La abstención, sean cuales sean sus motivos, dejó un panorama nuevo en el Parlamento Catalán, donde ya se habla de reuniones y posibles alaianzas.