A grandes rasgos, una inteligencia artificial no es más que un modelo algorítmico que devuelve unas salidas ante determinados estímulos o entradas. Lo que ocurre entre entradas y salidas se conoce en términos generales, e incluso se puede modificar de forma precisa, pero el objetivo no es este. El objetivo es que el modelo evolucione por sí mismo hacia la forma óptima para producir unas salidas concretas ante estímulos de entrada. Esto se consigue con entrenamiento, haciendo uso de millones de datos. Y con un entrenamiento suficiente, el modelo puede llegar a dar veredictos acertados de datos que nunca ha visto.
Sorprenderá saber que algunos algoritmos de inteligencia artificial no ocupan más de una decena de líneas de código, y existen lenguajes de programación y entornos específicamente desarrollados para hacer esto aún más sencillo.
¿Quién programa la Inteligencia Artificial?
Hasta hace menos de un año, esta pregunta tenía una respuesta única. La Inteligencia Artificial, como conjunto de programas que siguen un aprendizaje automático (machine learning), era desarrollada por programadores, ingenieros y data scientists. Pero desde 2020, tenemos un nuevo término en la ecuación: ya hay inteligencias artificiales que pueden programar otras inteligencias artificiales.
De la mano de OpenAI nació GPT-3. Este algoritmo es tan versátil que puede generar texto coherente o mantener una conversación profunda y atendiendo a roles. Así, se especializa en el procesamiento del lenguaje natural (Natural Language Processing) mediante el uso de redes neuronales profundas (Deep neural networks) y aprendizaje profundo. Esto permite disponer de un chatbot mucho más avanzado que los disponibles hasta la fecha. Pero lo más característico de esta herramienta es que puede generar código fuente. Es decir, es un algoritmo que puede programar. Y entre sus capacidades de programación se encuentran otros algoritmos de inteligencia artificial.
La máquina que fabrica otras máquinas se abre camino en el espacio virtual. El programa inteligente que crea programas inteligentes ha llegado para quedarse. Como toda inteligencia artificial, se nutre de las vastas cantidades de datos que genera nuestra sociedad a cada instante. No en vano, el algoritmo se sirve de 175.000 millones de parámetros para producir los resultados esperados. Todos estos parámetros se ajustan mediante el entrenamiento, término clave para las redes neuronales artificiales, con cantidades ingentes de datos. Esta enorme cantidad de parámetros ha servido para echarle la pata a otros algoritmos desarrollados por Microsoft, Facebook o Google.
GPT-3 trae la automatización al mundo del data science. Al final, los programas de ordenador, en tanto mercancías, no distan mucho de unos zapatos o una lata de refresco. Y los procesos productivos, para ser más competitivos en el mercado, necesitan de procesos automáticos. Era sólo cuestión de tiempo que llegaran al sector de la programación.
¿Decidiremos mañana chatear con bots más entretenidos que internautas de verdad? Esto ya está sucediendo a día de hoy. ¿Tienen los programadores los días contados? En el capitalismo esto es improbable, pues se necesitan fuentes de plusvalía; es decir, trabajadores. ¿Se podrá diferenciar a Cervantes de un algoritmo? No se sabe con certeza. Lo que sí está claro es que el futuro de esta tecnología es apasionante y estremecedor.
Puedes echarle un ojo con más detalle a una versión API del modelo aquí.
