Conecta con nosotros

Hola, ¿qué estás buscando?

El Baluarte

Opinión

Hedonismo autodestructivo y la juventud del neoliberalismo

Son múltiples los opios del pueblo, conductas que dirigen a una dualidad autodestructiva y hedonista, donde las personas que nos rodean no son más que medios para un fin, experiencias de usar y tirar, objetos de consumo que hablan y respiran.

Imagen ilustrativa

Circulan por redes sociales unos vídeos que parecen estar marcando tendencia. Corrillos de jóvenes y adolescentes que confiesan actitudes o acciones, en el mejor de los casos, tóxicas, y absolutamente depravadas y antisociales, en el peor. Todo aliñado con una exacerbada fijación por el sexo, que puebla la mayoría de las confesiones, y el consumo corporal de otras personas. Lejos de relatar estos hechos en un clima de remordimiento y crecimiento personal, los participantes aplauden al que confiesa, como si fuera algo de lo que enorgullecerse o que la sociedad debiera tomar como modélico. De hecho, lo más seguro es que esos chavales no lo vean como algo reprochable ni que se deba corregir. Al fin y al cabo, es un juego. Así, son comunes situaciones de infidelidad en la pareja con amigos o conocidos, el trato de terceras personas como mercancías sexo-afectivas, la falta de respeto incluso dentro de los círculos de la amistad, e incluso cosas totalmente fuera de lugar que implican a menores, adultos y vida sexual.

No se entienda a estos chavales, que en su mayoría, no deben de pasar de los 20 años, como la personificación de la inmoralidad. ¿Qué se podía esperar de un modelo relacional basado en consumir al prójimo, enaltecer el individualismo y relaciones de rapiña? Estas relaciones sociales revelan la corrupción del ser humano, que siendo ser social, parece incapaz de entender una realidad más allá de los confines de su cuerpo y su consciencia –ausente de conciencia, si puede ser– pero esto es un síntoma.

Es el sistema en que estamos encuadrados, el liberalismo más deshumanizador, sacando a relucir su ponzoña interior. El modelo de no-sociedad, sino de aglomeración no cohesionada de individuos, con relaciones en búsqueda del máximo beneficio personal, sobre todo y sobre todos los que nos rodean, que fomenta la concepción liberal del mundo. Para el capitalismo, el modelo social de consumo sobre lo ajeno y aparente satisfacción de los impulsos individuales es una fórmula más que deseable; es doblemente deseable. En primera instancia, porque el consumo desenfrenado y la mercantilización de todo cuanto nos rodea se traduce en beneficios que entran en bolsillos cada vez más reducidos. Deseable, doblemente, porque una amalgama de individuos que no pueden cohesionarse en torno a nada es incapaz de interponerse entre los beneficios y los bolsillos de destino. ¿Cómo alguien que carece de toda empatía levantará la voz ante la desigualdad que nos rodea? ¿Cómo iba una sociedad que se sostiene sobre la explotación del hombre por el hombre pensar, si quiera, en poner fin a esa explotación? Si cada interacción social es una búsqueda del placer individual sobre el prójimo, esto debe ser, indudablemente —dirán los individualistas—, porque es natural para nosotros comportarnos así. Es una profecía autocumplida que reza “homo homini lupus”, el hombre es un lobo para el hombre, con la propiedad privada como génesis, los modos de producción que sobre ella se sostienen, como evangelios, pero sin apocalipsis a la vista. Así es la concepción liberal del mundo.

Esta es una dinámica más que se suma a la larga lista de elementos nocivos para la juventud, en particular, y la clase trabajadora, en general. En esa lista habitan enemigos mejor conocidos por todos, como las adicciones, que no dejan de tomar nuevas formas (drogas, apuestas, redes sociales), la hipersexualización de la sociedad y de los cuerpos, con las diversas formas de exposición y consumo (llámese Onlyfans o llámese promiscuidad). Consumo de sustancias y personas, sobreexposición, desinterés, cultura de lo efímero. Son múltiples los opios del pueblo, conductas que dirigen a una dualidad autodestructiva y hedonista, donde las personas que nos rodean no son más que medios para un fin, experiencias de usar y tirar, objetos de consumo que hablan y respiran.

Es necesario romper con estas dinámicas, ofrecer unos modelos relacionales diferentes, en base al apoyo mutuo, la solidaridad y la búsqueda del bien colectivo, con conciencia de clase como balas de plata para acabar con el licántropo en el que la explotación ha convertido al hombre.

Click para comentar

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar

Nacional

Sólo en Cataluña los trabajadores afectados por un ERE han aumentado en casi un 2000% durante los meses de enero y febrero de 2021....

Internacional

El italiano, director, secretario, representante legal y judicial de inversión Nimbus, responsable, según el informe forense de la Guardia Civil, de un fraude que...

Nacional

Los militantes del Frente Obrero se encontraban realizando un puesto informativo contra el abandono del barrio cuando los ultras aparecieron para agredirles.

Cultura

Gran parte de la sociedad, apoyada por diversos discursos feministas, lleva años reivindicando que cada persona es libre de mostrar su cuerpo en cualquier...

Copyright © 2020 El Baluarte