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Opinión

La reinserción y las cárceles españolas

Las instituciones penitenciarias, un organismo olvidado por el discurso político. Una problemática escondida que destaca por sus carencias. Una población que vive apartada y aislada de la sociedad en espera de volverse a insertar.

En España, hoy en día nos encontramos con una población carcelaria de alrededor de 50.000 presos (108 cada 100.000 ciudadanos). Una cifra que se ha mantenido estable desde la bajada de internos a consecuencia de la reforma del Código Penal en 2009.

En la institución penitenciaria cabe destacar la gran mayoría de hombres que hay, nos encontramos con alrededor de 46.162 presos hombres, ante las 3.803 mujeres internadas (datos de la Estadística General de Población Penitenciaria el 31 de diciembre de 2019). Sin embargo, la tipología delictiva de los presos es algo que las dos poblaciones tienen en común.

Por una parte, los hombres son condenados mayoritariamente por delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico (35,8%) y contra la salud pública(18,2%), en las que se comprenden el tráfico y venta de drogas. En tercer lugar nos encontramos con los delitos relacionados con violencia de género (10,7%).

Las mujeres, por su parte, están internadas en su mayoría por los mismos motivos que los hombres, por delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico (36,9%) y contra la salud pública (28,5%). En tercer lugar, se encuentran los delitos de homicidios y sus formas (8.6%).

Podemos ver que las tipologías delictivas predominantes tanto en hombres como en mujeres, son aquellas que se derivan directamente de una necesidad económica, tales como los hurtos, robos  o venta de drogas.

Prisión La Modelo

¿Para qué sirve la cárcel?

Así como expone la ley, las cárceles tienen la función de recuperar y reinsertar aquellos que delinquen con el fin de evitar la reincidencia. Esta institución deberá facilitar los medios para que la integración de los internos en la vida corriente sea efectiva y real. 

Sin embargo, la ley y la realidad no convergen en la situación carcelaria que tenemos hoy en día.

En primer lugar, según estudios realizados por las propias instituciones, el 31% de los que han sido presos vuelve a reincidir, es decir, vuelve a ser condenado. Esta cifra, que si le damos la vuelta indicaría un 61% de inserción efectiva, puede llevar a engaño. 

La reincidencia tiene en cuenta aquellos que recaen en las instituciones pero no detectan toda la delincuencia que nunca acaba de ser destapada, en este caso no hablamos de una inserción efectiva, sino de una profesionalización de la criminalidad.

Por otro lado, según un estudio con una muestra de más de 1.000 presos, aquellos que ingresan en una institución total en la primera juventud, es decir con menos de 20 años, en un 80% de los casos vuelve a entrar un mínimo de 4 veces.  Además, de la población encuestada, el 85% resultó ser parte de aquellos que había ingresado en la institución antes de los 20. Nos encontramos pues, con un extracto de la población que vive en la cárcel una gran parte de sus vidas.

¿Qué es la cárcel?

Sabiendo lo expuesto anteriormente, ¿Qué hace que la cárcel produzca este efecto en aquellos que ingresan a tan temprana edad?

En primer lugar, la cárcel será un entorno donde el aprendizaje de la delincuencia y la profesionalización de la misma estarán al orden del día. La convivencia de nuevas y viejas generaciones de personas que recurren al delito facilitará el aprendizaje de la conducta delictiva.

Por otro lado, el encierro y las condiciones de la población carcelaria produce un entorno y un ambiente de tensión, en el que la supervivencia personal será lo prioritario para los internos. Una tensión que se producirá tanto entre los propios presos como por la relación con el equipo de funcionarios. Así pues, la población carcelaria tenderá a desarrollar una capa de impermeabilidad emocional que a la larga tendrá efectos sobre las habilidades sociales de los mismos.

La droga es otra de las problemáticas a la que se enfrenta la población carcelaria. A día de hoy, el preso que no consume es minoritario. Está situación, tiene como resultado el desarrollo de patologías de adicción que se verán altamente relacionadas con la reincidencia. Como es previsible, el comercio de la droga dentro de la prisión está altamente desarrollado y cuenta con la complicidad (o participación directa) inevitable de los funcionarios.

Detenidos cuatro funcionarios por introducir droga en la cárcel de Brians 2, El País, 2022

Como último punto a exponer, hablaremos del trabajo y la formación para el mismo. Sabemos que  la conexión entre la inserción laboral y el desistimiento a la delincuencia es fundamental, en cuanto que una gran parte de la delincuencia vendrá motivada por una necesidad económica. Sin embargo, la cárcel ofrece una escasa formación laboral (cualitativa y cuantitativamente), que además, no ofrece garantías ni oportunidades una vez se sale de la institución. En cuanto al trabajo que se lleva a cabo en la institución, este es remunerado sobre el papel con cifras que rondan entre los 2.5 € y los 4 € la hora. De la misma manera que las formaciones laborales, el trabajo en la cárcel no ofrece una continuidad en el exterior.

En definitiva, la prisión obstaculiza, en lugar de facilitar, el camino del ciudadano a la inserción en la sociedad. Un obstáculo que será difícil de remover ya que se trata de una tensión propia a la institución penitenciaria, entre su finalidad de aislar y disciplinar y, al mismo tiempo, la función idílica de reinsertar y crear vidas autónomas.

 

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