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Libertad, ¿para qué?

La masa española enfervorizada ante las declaraciones de Macron sobre las vacunas llevan a preguntarse: ¿a qué se debe este rechazo a la vacunación frente a la Covid-19 de manera tan visceral y específica?

Hace unas semanas Macron compareció ante la nación francesa, diciendo fundamentalmente, que la pauta de vacunación completa será obligatoria, a partir de agosto, para llevar a cabo prácticamente cualquier actividad que implique contacto social. Tras el mensaje, aproximadamente 1 millón de franceses solicitaron cita para ser vacunados. La mayor parte de la sociedad francesa, a excepción de ciertas minorías antivacunas, lo ve como neutro o se posiciona abiertamente a favor. Cuál fue mi sorpresa al encontrarme a Macron como tendencia en España. Una masa enfervorizada de españoles le llama fascista (como no), y le acusa de atentar contra las libertades individuales de los ciudadanos. Temen que su iniciativa se propague a España.

Este hecho podría resultar irrelevante, incluso pasar desapercibo, en países con otras condiciones materiales y culturales. Si hubiera encontrado la misma reacción en Estados Unidos, por poner un ejemplo, no me habría sorprendido en absoluto. La sanidad no es ni por asomo gratuita, por lo que cualquier excusa es válida para evitarla. Además, el nivel cultural es muy bajo si se compara con otros países desarrollados. Casi el 10% de su población es analfabeta —según sus propias fuentes—, encabezando los rankings de países con peor comprensión lectora o conocimientos básicos generales. Esta falta de acceso a la educación se convierte fácilmente en el caldo de cultivo idóneo para la proliferación de movimientos sustentados en la psedociencia o las teorías de la conspiración. Los movimientos negacionistas o antivacunas tienen un fuerte peso en la sociedad norteamericana. Pero en España no es así. Por lo general, la gente tiene acceso a una educación básica, y los movimientos antivacunas, negacionistas y conspiracionistas están relegados a minorías de corte casi sectario. De hecho, la práctica totalidad de los españoles se vacuna y vacuna a sus hijos.

De modo que una duda muy razonable me asalta: ¿a qué se debe este rechazo a la vacunación frente al Covid-19 de manera tan visceral y específica?

Para responder a esta pregunta le echo un vistazo rápido tanto a los mensajes como a los perfiles que los publican. Pronto me doy cuenta de que presentan similitudes obvias, y una característica concreta es sospechosamente común a todos ellos: su rechazo al actual Gobierno de coalición, en su totalidad y, en su gran mayoría, la simpatización con partidos de corte liberal conservador, como VOX o el Partido Popular.

Uno pensaría que alguien liberal, de corte más o menos conservador, va a estar de acuerdo con Macron, el estandarte del liberalismo europeo por excelencia. Y es ahí donde radica mi sorpresa. La condena es unánime. La sentencia, por otra parte, se debate entre quienes le tildan de fascista y quienes le comparan con los “comunistas totalitarios” del Gobierno de España. Lo que esto me produce no es otra cosa sino una profunda lástima. Priorizar el odio frente a cualquier otro sentimiento. Ese desprecio visceral hacia el actual Gobierno, y la asociación de cualquier cosa que no les guste al mismo, por disparatada que sea.

 

Es mi derecho decidir. Forma parte de mis libertades individuales. No me pueden imponer algo que no quiero. Este Gobierno es una terrible dictadura. Consignas como esas o muy similares pueden leerse por centenares de miles (sin ser, desafortunadamente, una exageración del autor). Pero en realidad esa gente no tiene formación para lanzar tales afirmaciones. Ni sanitaria. Ni social. Ni económica. Lo que demuestran no es su rechazo a la vacuna, la negación de la existencia de la epidemia, o la exigencia de una supuesta libertad individual por encima del bien común. Ojalá. Lo que gritan no es más que no me vacuno porque el Gobierno quiere que me vacune. El virus no existe porque el Gobierno dice que existe. Y todo aquel que coincida en lo más mínimo con el Gobierno está de su lado y, por tanto, en mi contra.

Esto le hace a uno plantearse ciertas cosas. ¿Debe la gente sin formación de ningún tipo tener la capacidad de tomar decisiones tan importantes, escudándose en su libertad? ¿Es sano para nuestra sociedad que prime el individualismo frente al bien común? ¿Debemos permitir que el odio prevalezca sobre la solidaridad?

¿Libertad? Sí. Por supuesto. Pero, libertad, ¿para qué? ¿Para infectar? ¿Para matar? ¿Para suponerle un lastre a la recuperación económica? ¿Para convertirte en un problema de salud pública? Libertad, sí. Para informarse con rigor. Para escuchar y aprender de los expertos. Para convertirse en un ciudadano de provecho, productivo para la nación.

 

Adrián Floretino Sinesio

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