El pasado 1 de mayo dejo patente la penosa caricatura en que se han convertido los sindicatos británicos. Desde mi perspectiva como trabajador que vive en Londres desde hace ya 5 años, los sindicatos han abandonado el camino de la lucha obrera. Esto se traduce en que los obreros hartos de ese seguidismo a la patronal y al estado, han dejado de considerarles como un aliado válido en la lucha por sus derechos en el país cuna del movimiento obrero.
Si bien es cierto que el sindicato del transporte, que es el más fuerte, sigue conquistando derechos y mejoras de las condiciones laborales de una buena parte de sus afiliados, este ha dejado de luchar por los trabajadores do otros sectores a los que también representa. Es un abandono de los sindicatos a los obreros y por supuesto también de los partidos políticos autodenominados de izquierda, y no, no me refiero al partido laborista británico, el cual no deja de ser un partido de la burguesía con una cara menos amarga que los conservadores. Me refiero a los que se definen como marxistas leninistas pero que se han alejado de la senda revolucionaria para convertirse en un apéndice obsoleto del sistema.
La clase trabajadora languidece con unos salarios que, a priori, desde la perspectiva española, parecerían permitir vivir a los trabajadores de forma holgada. Pero nada más lejos de la realidad, pues el precio de la vida es extremadamente caro para los bolsillos del obrero británico. Muchos trabajadores entre los que se encuentran emigrantes, tanto españoles como de otras nacionalidades, consiguen empleos bastante mal pagados. En Londres, por ejemplo, un trabajador no especializado puede cobrar unas 18.000 libras brutas al año, o lo que es lo mismo, unos 1.500 libras brutas al mes si tenemos la suerte de contar con un empleo a jornada completa y ser mayor de 25 años. Para hacernos una idea de lo que eso significa, un apartamento de 40m2 de dos habitaciones cuesta entorno a las 1.700 libras al mes en cualquier lugar de Londres. Se puede reducir a 1.200 libras si te vas a vivir a las afueras, y aún así esto no significa que lleguen a ahorrar, ya que el desplazamiento al trabajo en metro o tren, incluso con el bono mensual puede sumar otros gastos en transporte. Todo esto sin contar con el tiempo empleado en ir y volver del trabajo, por lo que nos queda en la cuenta una irrisoria cantidad al final del mes.
Muchos trabajadores entre los que se encuentran emigrantes, tanto españoles como de otras nacionalidades, consiguen empleos bastante mal pagados.
El sistema conoce estas condiciones y por ello emplea las tácticas a su alcance, como son hacer publicidad agresiva mediante las redes sociales, internet, televisión… para que estas pasen desapercibidas o peor aún, disfrazadas de algo positivo, algo ‘’guay’’ y a la moda. Algunas de estas tácticas son conocidas por todos, pues no son distintas a las que el lector pueda ver en cualquier otro país; la precariedad ya no es precariedad, ahora es flexibilidad. Nos adaptamos a todo, somos aventureros... Así, mediante este cada vez menos sutil cambio de léxico, nos hacen creer algo que no es cierto.
Por otro lado, tenemos las mayores fortunas del mundo a escasa distancia. En la City de Londres el gran capital arruina y modela el futuro de los trabajadores de medio mundo a su antojo. La City es un mundo aparte y es el centro del poder económico mundial.
Recuerdo que en mi primer año trabajando en Londres me revolvía las tripas cada vez que tenía que ir a Canary Wharf, donde están las sedes de los bancos: Santander, Citibank, HSBC, BBVA, Halifax, Deutsche Bank, Barclays, etc… No estaba permitido ir allí con el uniforme de trabajo. No me entendáis mal, no es que yo fuera vestido de naranja fosforito con mi uniforme de alta visibilidad a pasear por la ciudad, no, es que trabajaba entre muchas estaciones de metro y una de ellas era la de Canary Wharf.

En la City de Londres el gran capital arruina y modela el futuro de los trabajadores de medio mundo a su antojo. La City es un mundo aparte y es el centro del poder económico mundial.
Pero no podía utilizar el metro para llegar al trabajo, o al menos no esa parada, bajo pena de sanción administrativa. Por lo que mis compañeros y yo nos veíamos obligados a bajar en la parada anterior y hacer el último tramo andando.
Ante este panorama las últimas manifestaciones multitudinarias que yo haya visto han sido por el ‘’Black Lives Matter’’, por el cambio climático, por el feminismo, por el orgullo gay y en contra del coronavirus. Estas son las cuestiones que lanzan a la calle a una clase trabajadora cada vez más ajena a los mecanismos de que dispone para disputar el poder. Las marchas por el 1 de Mayo en Londres se han visto relegadas a un evento online en 2021 y en una mínima participación en este 2022. El panorama es desolador, más se asemeja a un carnaval que a una reivindicación obrera por los derechos de nuestra clase.
Los lemas de la marcha de este año eran, entre otros, los siguientes:
‘’POR LOS DERECHOS DE SINDICALES- DERECHOS HUMANOS’’.
‘’SOLIDARIDAD INTERNACIONAL’’.
‘’LUCHA CONTRA LA AUSTERIDAD Y LUCHA CONTRA EL RACISMO’’.
Estos lemas y hechos que os relato apuntan que la lucha de los trabajadores se ha convertido en una reclamación vacía y nos permiten ver que movimientos posmodernos como el BLM, el feminismo queer o el ecologismo “abraza árboles” están hegemonizando las reivindicaciones sociales, mientras que los obreros seguimos sucumbiendo ante una realidad material que nos aplasta y empequeñece cada día más.
Para concluir, no desearía otra cosa que trasladar al lector la esperanza de que cambiar las cosas está a nuestro alcance y lo único que debemos hacer es organizarnos en nuestros puestos de trabajo y en las universidades e institutos de todo el mundo, pues no tenemos nada que perder salvo las cadenas.