Si vamos a hablar de robótica, hagámoslo en su contexto: el modo de producción capitalista. La introducción de la robótica en el ámbito productivo debe entenderse como el siguiente estadio del desarrollo de las fuerzas productivas, y esto guarda una relación muy estrecha con la extracción de plusvalía.
Un robot es una máquina, y con ellas lleva el hombre conviviendo siglos. Veamos cómo ha evolucionado la labranza: la herramienta de mano da paso al ganado de tiro, y este al mecanizado. Durante todo ese proceso, el sujeto activo de la labranza era siempre el hombre, bajo los diversos modos de explotación. Hoy, la máquina puede prescindir generalmente de ese sujeto activo histórico. Esto lo hemos oído más comúnmente así: los robots nos quitarán el trabajo.
¿Qué beneficios aporta la robótica a la producción capitalista?
Con las actuales economías de escala, los costes de producción se abaratan conforme aumenta la capacidad productiva. Pero para producir a gran escala se necesita algo más que trabajadores: se necesitan procesos automatizados. Hoy, el culmen de la producción a gran escala es la robótica y la industria 4.0. La robótica y la automatización vienen para ofrecer una ventaja técnica de algunos productores frente a otros, y a su vez para abaratar nuestra existencia. La incorporación de robots de Kuka o ABB en sectores específicos de la industria automovilística permite que el proceso se haga de manera más rápida, precisa, segura. Basta con echar un ojo a las plantas de producción de cualquier bien de consumo para ver cómo los automatismos pueblan nuestros centros de trabajo.
Además, los robots no se dan de baja ni se sindican. Esto es algo que interesa mucho a los capitalistas; una inversión inicial, que además pueden amortizar, que aumenta la productividad. Los robots pueden trabajar en entornos hostiles para las personas, a ritmos inigualables, con precisión milimétrica, 24 horas al día. Pensar en competir contra esto es desalentador.
“De media en todo el mundo, por cada nuevo robot se sustituyen 1,6 puestos de trabajo” – Gabriel Ubieto, elPeriódico
Pero la robótica es un arma de doble filo para la producción. Los trabajadores tenemos una ventaja frente a las máquinas, y no son las emociones. Tampoco tiene nada que ver con la “revolución de los robots”, ni con Skynet. Es algo mucho más real y que sucede en la actualidad. La automatización destruye la plusvalía.
La trampa de la automatización
A medida que los trabajadores vamos siendo sustituidos por máquinas, el capitalista se está deshaciendo de su fuente de plusvalía, como el perro que muerde la mano que le da de comer. Las máquinas no generan valor, sino que se limitan a transmitir su valor al objeto de trabajo. La creación de valor es cualidad exclusiva del hombre. Pero la presión competitiva lleva al capitalista a incorporar las ventajas tecnológicas de la robótica para no quedarse atrás, con la necesidad de expandir más y más el mercado para mantener los beneficios, en un planeta con recursos materiales finitos.
La automatización aumenta el paro, y éste lleva a una caída de los salarios. Si realmente vamos encaminados a la “sociedad totalmente automatizada”, ¿dónde trabajaremos? En un sistema orientado a la producción masiva para el consumo masivo, ¿cómo consumiremos? ¿Cómo salvarán los capitalistas su plusvalía?
El rescate de la plusvalía
En los países menos desarrollados florecen los logos de las grandes marcas. No porque se consuman allí, sino todo lo contrario: es deslocalización productiva. La combinación de bajos o nulos salarios y la ausencia total de derechos laborales es la mejor respuesta a la caída de la tasa de ganancia. La plusvalía constituye casi todo el valor del trabajo.
En los países más avanzados, esta fórmula no funciona tan bien, pero existen otras estrategias: la tecnología como rescate del plusvalor. En Japón, se utilizan exoesqueletos para extender la edad de trabajar. En las automovilísticas se emplean para combatir el cansancio. Los exoesqueletos robóticos son una excelente alternativa a la automatización: mantienen produciendo al trabajador, al cual se le sigue extrayendo plusvalía, a un nivel superior, con capacidades físicas amplificadas. Los trabajos manuales se combinan con dispositivos como EksoVest, BackX o PLAD. Además, la posibilidad de emparejar bioeléctricamente al usuario y al exoesqueleto permite que el dispositivo se anticipe a las intenciones del humano. Últimamente se han visto gorras inteligentes para transportistas que pitan y parpadean cuando el conductor sufre somnolencia. Esto evitará accidentes y salvará vidas, pero recodemos que aquí el objetivo es mantener al trabajador activo el mayor tiempo posible. Se abre la puerta, también, a una monitorización del puesto de trabajo totalmente automatizada.
A modo de conclusión
Este texto no es una invitación al ludismo. Las máquinas pueden facilitar el trabajo y mejorar nuestra vida. Son la materialización del desarrollo de las fuerzas productivas. Hay que entender la robótica como una oportunidad para la producción. Pero se emplea, en este modo de producción, contra los trabajadores, aunque mejoren puntualmente las condiciones de trabajo.
Pensemos cómo de beneficiosas pueden ser cuando seamos dueños del fruto de nuestro trabajo, y la robótica sea una realidad facilitadora de la vida del desarrollo personal y social, y no una vía para mantener la explotación. Un robot es una herramienta, nada más. Y como toda herramienta, su eficacia depende de la mano que la sostiene.
